Hay una combinación explosiva que convierte a esta pacífica mujer en un demonio indeseable: hambre y sueño. O bueno, hambre y frío… o la triada del infierno: hambre, sueño y frío.
Así que he tenido que aprender dos cosas que quiero compartirles hoy, queridas sobrinas (y sobrinos y sobrines y sobrinis y todo lo que se os ocurra, que aquí no se discrimina, aquí se odia a todo el mundo por igual jajajajaja, mentiras).
Aprende a identificar tus pinches necesidades, amiga, y ¡COMUNÍCALAS! ¡COMUNÍCALAS!
No eres la sirenita que cuidado va y le escribe en un papel al príncipe «Hay una bruja mala que no me deja hablar y hará lo posible por separarnos, puedes elegir creerme o no, pero conste que te lo advertí. PS: Es mi tía».
Volvamos al cuento inicial: Este es un mensaje para mi yo de hace diez años, básicamente; y a veces, aún, para mi yo actual.
Verán, por esa época yo pensaba que la gente tenía un lector de mentes y que era su responsabilidad adivinar cómo me estaba sintiendo y que, si no lo hacían, de alguna manera, era falta de preocupación por mí. Entonces, si me ponía de mal genio, la otra persona tenía que saber por qué era.
Puedo culpar a mis padres porque casi siempre sabían qué era lo que yo necesitaba antes de que yo misma lo supiera, pero no lo haré (¿Además qué clase de culpa sería culparlos por hacerlo todo bien?). Todita la responsabilidad es mía porque en esa época no había curso de gestión de emociones y nadie conocía a la doctora Brené Brown (vean el video de la doc: que solo dura tres minutos y así quizás me entiendan mejor. Los enlaces que yo dejo no son de adorno 😜).
Y sí, el poema de Frida Khalo también sirve para no pasar la delgada línea entre mendigar amor y que te lean la mente pero, de por Dios, es uno quien tiene que identificar primero qué quiere. Y a veces, es tan tan taaan difícil saber qué es eso que anhelamos.

Entonces a mí, particularmente, me toca empezar por identificar todo lo que no quiero. Sé que no es una perspectiva muy positiva, pero me funciona porque me permite ir hacia adentro, vomitar mis pensamientos en el papel y luego tachar todo lo que no quiero para reescribirlos con calma y entender lo que sí estoy necesitando y lo que quiero (dos cosas que, no siempre coinciden). En ocasiones es fácil, porque el cuerpo lo pide o el estómago gruñe, pero la mayoría de las veces me cuesta identificar cuál es la necesidad de mi niña interior para que la adulta pueda proveerla de lo que ella le está pidiendo… y toca escribir.
Supongo que hay otras maneras. Puede ser que alguien ya tenga su ruta neuronal tan bien enseñada que le fluya de manera natural, pero yo tengo que poner en palabras mis sentimientos, tengo que nombrarlos, tengo que clasificarlos… tengo que saber si se trata de una necesidad básica (fisiológica, quizás) o de un sentimiento. ¡Y me da rabia porque me quita tiempo ponerme a hacer el ejercicio a cada ratico! O sea, o vivo o reflexiono todo el tiempo, y así no se puede.
—¿Clari, pero y por qué te cuesta tanto cocinar?
—Porque implica medir, tener paciencia, ponerle cuidado a los tiempos, dejar el temor de que se riegue, de que quede muy salado, de que quede poco salado, de decirme a mí misma que fracasaré, exponer mi necesidad estúpida de validación externa… ah, y limpiar o agregar una cosa más a la lista invisible de tareas, así la gente diga que «El que cocina no lava».
—¿Y por qué no te pasa eso con los postres?
[Turururúntu turún tu ru ru… Bajo del maaar, bueno, este video sí es solo para pegarles la canción y no ser la única que la está cantando mentalmente]
—Porque sé que todo lo anterior valdrá la pena, además el placer estético de hacer una casita de chocolate me puede más… y porque el derretir el chocolate no toma más de 30 segundos.
Pinche dopamina.
Suspiro.
Sigamos con otra escena.
Recuerdo que una vez le conté a una amiga que a veces me quedaba metida en el computador y que ni siquiera tomaba pausas para desayunar. Fue como:
—Clari, los temas que tienen que ver con nutrición representan, un poco, a nuestra madre… es decir, a que seamos nuestras propias madres y seamos capaces de cubrir las necesidades básicas (alimentación, sueño, alimento, etcétera) que la niña interior te está pidiendo.
¡Pum! Baldado de agua fría. #BofetadaMental
Básicamente vivo ignorando a esa chinita y diciéndole (sin decirle) que todo lo que me pide es una pendejada, que el trabajo es más importante o que cualquier cosa es más importante que ella.
Y por eso, cuando alguien no lee mi mente, mi niña interior se enoja porque nadie le pone cuidado, ni la persona que vive con ella en el mismo cuerpo, ni la persona que está al frente. ¿Les ha pasado?
Así que esto es lo que aprendí: ya sabiendo que el hambre me puede, lo aviso con anterioridad a mis amigos cercanos. Eso no quiere decir que los vaya a responsabilizar de mí y entonces sean ellos los que tengan que pararse y alimentarme, pero al menos si un día me da hambre y me ven con cara de ogro, al menos tal vez me pregunten «¿Tienes hambre?» (a veces los amigos de uno tienen la capacidad de ver cosas de uno que ni uno mismo ha notado) y entonces yo caiga en la cuenta y me busque una empanada o algo. Eso o cargar maní entre la cartera.
Mi punto es: Primero me encargaré yo de que la niña no tenga que llegar al extremo de llorar para atender su necesidad. Segundo: si alguien más la escucha, que sepa que no es personal y que tal vez, taaal vez, pueda hacer las preguntas correctas. Y tercero, ya vengo que me voy a hacer un desayunito.