Deudas en tacones

Tenía lindos tacones, una úlcera gigante y…

Al parecer, hay días que parecen no acabarse… días en que solo quieres llegar a la casa, meterte en las cobijas, quitarte el sostén y tomar algo caliente.
Es tanto el cansancio del día y ha sido tan grande el estrés que sientes que no vas a acabar lo que tienes que hacer en el tiempo en que debes. Debes. Le debes al uno, le debes al otro… le debes tiempo, le debes tareas… y a veces le debes dinero. Tal parece que hay más deudas de las que puedes pagar… y seguimos pagándolas aún cuando ya estamos en la siguiente tarea. Las deudas energéticas son las peores. Uno sigue pensando en el asunto y dándole más vueltas de las necesarias… botándole corriente, prestándole atención. Ojo al verbo: prestándole… y tal parece que eso que se prestó jamás será devuelto.
Entonces uno necesita recargarse. Y es cuando come de más para obtener energía… o duerme mucho… o no duerme, porque toda se le va. No hay que ser médico ni científico para saberlo. Cualquier desbalance del cuerpo pasa factura.
De un tiempo para acá, parece que hemos olvidado nuestra obligación de hacernos felices a nosotros mismos y de que el deber (sea de deuda o de obligación) es con nosotros primero. Hay que hacer feliz al marido, a los hijos, al jefe, a los clientes, a los hermanos, a la familia, a los amigos y también a los enemigos. Todos quieren algo de mí y lo quieren para ayer… Y no es queja. Me encanta tener varios roles, muchos de ellos los elegí porque me hace feliz ser como soy y que hagan parte de mi vida. Pero cuando uno le da más tiempo a cualquier faceta de su vida diferente a la de ser uno, entonces algo no está del todo bien. Sobre todo en el área laboral. No digo que no hay que trabajar, pero la EPS, los medicamentos y el tiempo perdido no me los va a pagar ni el jefe ni la empresa para la cual estoy haciendo plata… Termina uno cumpliéndole los sueños al dueño del aviso, ¿y el aviso de uno qué dice? ¿“Se arrienda”?
Así que hoy, en contra de todo lo que tengo por hacer, decidí sacar un tiempo para un té con mi mamá… y para escribir. Y bueno, lo que se hizo hoy, ya se hizo. Mañana veremos cómo cumplir con la responsabilidad sin tener que sacrificar la vida. Después de todo, lo último que quiero en mi epitafio es “Tenía lindos tacones, una úlcera gigante y un carácter de mierda”.

¿Estamos preparados para la grandeza de las pequeñas cosas?

No puedo asegurar que Dios existe, pero…

No puedo asegurar que Dios existe, mas al mirar tus ojos, me lo creo.

Ha sido una semana emocionalmente compleja, en la que he discutido mentalmente sobre las injusticias. Es difícil tratar de no meter a Dios cuando uno observa situaciones que parecen injustas y sin el más mínimo sentido. Hay semanas en que la razón, la fe, la duda y el corazón van por caminos diferentes. Semanas como esta. Hasta que dejo de preguntarme tanto y empiezo a observar más. Entonces aparece el milagro:
-El primer sorbo de una taza caliente de té, con un aroma a mango fresco que me envuelve.
-El atardecer de tintes rojos y azules de una de estas tardes bogotanas.
-Ver el esplendor y la fuerza del mar debajo de un muelle… aunque solo fuese en internet.
-Saborear el postre de guanábana con que venía el almuerzo.
[Pausa]
Tal vez Dios no está arriba sentado en un trono mirando cómo nos matamos los unos a los otros o viendo en silencio cómo le rezamos. No. Tal vez Dios es una sensación y no un concepto.
[Pausa para cambiar el paradigma]
[Reemplacemos la palabra “Dios” y refirámonos entonces a “lo divino”]
Volvamos al segundo sorbo de té caliente: Tal vez aquello que es divino se devele en pequeños instantes al poner atención. Tal vez Dios no es algo externo sino la capacidad de percibir lo divino con nuestros sentidos.
—¿Y si entonces nuestros sentidos nos engañan?
—Entonces, qué bello engaño.
—Pero el filósofo anhela la verdad.
—Y también lo hace el hedonista, a su manera: Lo que para él es placentero es cierto, así sea un engaño. Todos de alguna forma caminamos en el salón de los espejos.
Así que nadie se pondrá de acuerdo, por eso el concepto de la divinidad es tan polémico y genera tanto recelo. No sé si estemos preparados para la grandeza. Nos han enseñado a confundir la humildad con la falsa modestia. Hemos crecido sintiendo pena por pedir de más. En realidad lo grande solo se ve en retrospectiva… por eso dicen que “el que no ha visto a Dios, cuando lo ve se asusta”. En el instante presente, las cosas verdaderamente grandes e importantes son dadas por obvias.
De ahí que captar la señal de lo maravilloso justo en el segundo en el que ocurre, es mágico. Quien haya perdido el instante de un gesto perfecto al tomar una fotografía me comprenderá. Quien haya bajado la mirada en el instante del gol, me comprenderá. En lo fugaz de la vida, ahí está Dios… en el segundo perfecto, conectado y en sintonía, en la misma vibración que lo sublime, en lo que te deja sin aliento, lo que te pasma, lo que te maravilla, lo que te sorprende gratamente… la grandeza está en un instante pequeño con la chispa de Dios.