Momposina… ¿ven a mi casita? – O sobre los pajazos mentales

Un chisme para reflexionar sobre las ideas que un día se nos convierten en «verdades» o pajazos mentales.

Dicen que detrás de la letra de la canción Momposina de José Barros se esconde en realidad, en vez de un cuento de dos, la historia de un triángulo amoroso no correspondido.

#Chisme
#EstoSePusoBueno

Chachachánnn… Música de suspenso…
Resulta que la muchacha vivía en tremenda casa, pero tremenda… con vista al río Magdalena y todo. Y los dos manes que la pretendían eran básicamente un par de arrancados. Por la canción, se sospecha que uno de ellos era jardinero y el otro, José Barros. Esa es, al menos, la versión que cuenta el guía cuando uno visita Mompox.

—Con tremenda casa, ¿creen ustedes que ella iba a pararle bolas a esos manes? —decía el guía.

Las versiones cambian ligeramente, es parte de la magia del caribe, del hot south, de nuestra esencia latina. Si les interesa saber la versión de José Barros narrada por el periodista José Navia (que si no estoy mal fue profe mío hace chochomil años. Asumo que será él, pero tampoco estoy segura), aquí se las dejo.

El cuento viene a que es fácil romantizar cualquier cosa —he aquí una experta—, incluso una asunto que nunca ocurrió o que, si ocurrió, no fue el gran suceso, pueden dar para un cuentazo, para una canción y para cuanto pajazo mental queramos.

Otra cosa: ¿Quién dijo que las mujeres elegimos pareja por la plata que tenga el man?

Me pregunto si José Barros pensó que el jardinero tenía más posibilidades por ser del municipio de El Banco (Magdalena), es decir, quizás más acomodado por ser más «citadino» (lo de Banco y banco no tiene nada qué ver, tal vez una linda coincidencia). Y así es como empiezan las creencias falsas: «Es que como tiene plata, ella a lo mejor lo prefiere a él».

¿¿¿Las mujeres de verdad preferimos a un man con plata???

Yo no niego que la estabilidad es una cosa sexy, pero de ahí a que la plata sea lo único que una mujer le mira a un man mmm… discutible. De hecho, tal vez en una época esa narrativa tenía algo de verdad, porque las mujeres no podíamos ni tener una cuenta bancaria propia sin la firma de un hombre, un hermano, una pareja…

¿Ahora? Aún hay que luchar contra el patriarcado, pero somos más las que podemos construir nuestra propia estabilidad. Sí. Aún hay mucho camino por recorrer y mucha tela qué cortar. Y sí. Hay muchas excepciones y también hay personas interesadas… ¿Pero eso cuánto puede durar? ¿Cuánto puede aguantar una persona aburrida con otra? Yo creo que se invierte la misma energía en hacerse miserable y hacer miserable a los demás, que en hacerse feliz y contagiar de esa felicidad a quienes nos rodean. ¿O ustedes qué opinan? ¿Team José Barros o Team Momposina?

Diez pasos para perder la paz o el síndrome del mico apenado

Lecciones aprendidas y más lecciones aprendidas…

I

—Lo siento, señorita, pero, si no tiene los dos decodificadores, no le puedo hacer la instalación de la televisión.

—Esto es el colmo, señor. Yo sé que usted no tiene la culpa, pero estoy segura de que yo devolví ese aparato hace un montón de tiempo, porque mi vecina del tercer piso sacó otra cuenta aparte, pero también con ustedes.

—¿Y usted tiene algún comprobante de esa devolución?

—Pues aquí no, pero me imagino que en la casa donde vivía antes sí. Me tocaría ir a buscar el papel.  Hagamos una cosa: mi mamá se queda aquí, y yo voy y busco el comprobante. ¿Me necesitan para firmar algo?

—Pues… yo voy a llamar mientras tanto y, si me autorizan, hago la instalación. Si no, tendríamos que reprogramar la visita.

—Ma: Si me necesitas para cualquier cosa, me llamas.

II

—¿Aló?

—Clarita, ya el señor se va.

—Pero, espérate. Acabo de encontrar el papel. Déjame te lo mando al Whatsapp y se lo muestras.

—Me dice que el número de serial no coincide y que tienes que ir personalmente a llevar el papel al centro de servicio.

—¿Qué? ¡No puede ser posible! ¡Estos operadores son lo peor! ¿¿¿Entonces me quedo sin internet, ni televisión ni teléfono???

—Pues, por lo pronto, me dice que no le autorizan la instalación.

III

«Tienen güevo». «Es que son unos hijueputas». «He debido regarme como una placera y fijo, fijo, ahí sí me atienden…» «Pero pues el man al fin y al cabo nada qué ver, porque él solo sigue órdenes, ¿no?» «Qué mierda de sistema…» «Ni teniendo el papel uno puede defenderse…» «He debido aprovechar y cambiarme de operador…» Y cuidadito lo atienden a uno por teléfono». «¿Y qué tal que me vaya para el centro de servicio y allá me digan que no me atienden? Porque así son…» «Igual allá también me pueden decir «Ay, no, señorita. El sistema me registra que usted no ha entregado el decodificador» «No me digas»» «Tienen güevo…» «Tienen güevo…» «Tienen güevo…».

IV

—Mi amor, ¿ya vinieron a instalarte el internet?

—Ash. Ni me hables de eso que tengo piedra.

—Voy a pasar por tu casa. Ya nos vemos.

V

—¿Y tú estás segura de que entregaste el decodificador?

—Sí. Me dijeron que fuera con el comprobante al centro de servicio, pero no voy a ir hasta no saber en cuál de todos atienden ese caso específico y los horarios. Estoy esperando a que el celular cargue un poquito y llamo. Y si puedo, voy hoy mismo. Qué piedra.

IV

Mensaje de Whatsapp a las vecinas:

Chicas, ¿cierto que hace como tres años yo entregué los decodificadores y ustedes sacaron una nueva línea?

VI

—Amor, mientras carga tu celular, llama del mío.

—Vale.

VII

—Bienvenido al centro de servicio. Para «No se qué», marque 1. Para «No se qué», marque 2. Para «No sé qué», marque 3.

(Marca 2)

—Para «No se qué», marque 1. Para «No se qué», marque 2. Para «No sé qué», marque 3.

(Marca 3)

—Para «No se qué», marque 1. Para «No se qué», marque 2. Para «No sé qué», marque 3. Para «algo, algo, algo», presione 4.

(Ya con la vena brotada, marca 4).

—Centro de servicio de Tal cosa. Habla Fulanita. ¿En qué puedo ayudarle?

—Buenas tardes, Fulanita. Lo que sucede es que bla, bla, bla… y entonces el decodificador bla, bla, bla… y entonces bla, bla, bla.

—Permítame verifico en el sistema.

Dos minutos después.

—¿Tiene el número de su decodificador?

—Sí, señorita. Es el 123456789OdioATuCompañíaXYZ.

—Permítame verifico en el sistema.

Tres minutos después.

—Gracias por su espera en línea, señora Clara. Bla, bla, bla. Bla, bla, bla. Y entonces debe acercarse a un centro de servicio. Si gusta le puedo indicar la dirección y el horario del más cercano.

—Bueno.

—Bla, bla, bla. Bla, bla, bla.

Veinte minutos después.

—Gracias, hasta luego.

VIII

—Pues sí. Me toca ir. Voy a mirar si ya cargó el celular, y me voy para allá. Hijueputa vida.

—Ush, mi amor, pero tranquila.

—Es que es el colmo. Tengo mucha piedra.

IX

Chat de Whatsapp con las vecinas:

—Chicas, ¿cierto que hace como tres años yo entregué los decodificadores y ustedes sacaron una nueva línea?

—Clari, acuérdate de que dijimos que tú pagabas la televisión, y yo el Netflix. El decodificador que yo tengo es el tuyo.

X
🙈«Procura que tus palabras sean dulces y suaves… por si algún día tienes que tragártelas».

Esto es lo que hay…

Hay gente que es como los gatos: siempre caen de pie…

A menudo pensamos que tenemos que decidir lo correcto siempre. Muchas veces creemos que la decisión correcta es aquella que la mayoría de gente cuerda tomaría… la opción más segura, la más lógica…

Aquella vez que decidí devolverme a mi país en vez de quedarme en el extranjero con un excelente salario… o cuando perdí un trabajo importante en otra ciudad y, como ya tenía los tiquetes, me fui de paseo sin plata… o cuando he comprado cosas por impulso… casi siempre que pienso que soy el colmo de la irresponsabilidad, adivinen, me va bien.

No sé si me va bien porque Dios cuida más a sus borrachitos, porque soy muy de buenas, porque le saco chiste a todo o porque definitivamente siempre hago lo que me da la gana. El caso: siempre caigo de pie como los gatos. Y casi siempre al «Tin, marín, de dó, pingué». Debe ser que me gusta la adrenalina, parce.

Siento que a veces se disfrutan más aquellas victorias que se acompañan de utopías. Los humanos anhelamos el momento de vencer lo imposible, el instante de la causalidad misma, el segundo en el que todo se detiene y las cosas resultan en un final inesperado. Claro, dejar que la vida lo sorprenda a uno no es lo mismo que permitir que se lo lleve a uno por delante, como un tren que atropella al pelotudo que se queda mirándolo venir —Tampoco—, pero sí mirar esas encrucijadas como oportunidades para una buena historia de la cual te reirás en el futuro.

Nada más triste que llegar a viejo sin tener nadita qué contar, qué oso que lo único que tengas que mostrarle a tus nietos sean las selfies que te tomaste en el baño… teniendo un mundo tan grande para conocer.

La autenticidad verdadera está en quitar algunos de los filtros a nuestras acciones y constructos mentales. Al que le guste la foto como es, pues que la acepte. Así soy, ¿y qué? Espacios para meterme en el papel que «debo ser» sí que sobran. Para ser seria existen las oficinas, las universidades, las ponencias (¿Quién se inventó las ponencias?), los hospitales (a los que iré cuando esté arrugadita), los ataúdes (en los que tarde o temprano acabaremos)… Pero esto es lo que hay: sabrosura, guachafita y chistes flojos.