¿Y esto sí es amor?

¿Qué puedo decir yo sobre el amor que aún no se haya dicho? Hermosos templos han sido erigidos, bellos poemas recitados y sutiles cuadros han sido pintados en el nombre del amor. Solo puedo decirles algo que ustedes ya saben en el fondo de su corazón: el amor es infinito y hay mucho —de sobra— para todos.

«L’oiseau que tu croyais surprendre

Battit de l’aile et s’envola;

L’amour est loin, tu peux l’attendre,

Tu ne l’attends plus, il est là!»

«El pájaro al que crees sorprender

bate las alas y remonta vuelo…

El amor está lejos si lo esperas;

ya no lo esperes, ¡y ahí estará!»

L’amour est un oiseau rebelle – Aria de Carmen

El amor. ¿Qué puedo decir yo, una simple mortal, sobre el amor que aún no se haya dicho? Hermosos templos han sido erigidos, bellos poemas recitados y sutiles cuadros han sido pintados en el nombre del amor. Solo puedo decirles algo que ustedes ya saben en el fondo de su corazón: el amor es infinito y hay mucho —de sobra— para todos. El amor no es algo que alguien escondió para que solo unos pocos se llevaran ni que un hombre te arrebató de las manos o una mujer enterró en un jardín secreto. Empiezo esta definición del amor desde lo más profundo, desde lo más básico, desde lo que el mismo amor lleva en sus entrañas: todo lo que no es.

El amor no es acostarse con alguien, aunque esto en sí pueda, para algunos, ser una demostración. La ecuación no es la demostración de algo, sino simplemente su formulación.

El amor no es decirles a todos que obras bien o arrodillarte y darte golpes de pecho. El amor no sufre ni se regocija en el sufrimiento. El amor no es mártir ni espera que tú lo seas por él.

El amor supremo no es gruñón ni castigador. El amor se aleja de quienes no ríen, aunque no los olvida. El amor tiene sentido del humor porque sabe que la vida es efímera, pero los recuerdos y las risas están hechos para perdurar en la mente de los humanos.

Ahora, veamos una posible, aunque no única definición de lo indefinible: la que me dio mi padre cuando aún era muy niña.

«Cuando uno ama a alguien, uno desea lo mejor para esa persona».

Amar entonces no es desvivirse, no es rasgarse las vestiduras, no es hacer sufrir a otros y menos hacerse sufrir a uno mismo. Cuando uno comienza a amar, el proceso de pensar en el amado y desear su bienestar se realiza automáticamente. Es fácil entonces saber cuándo quieres a alguien y cuándo lo amas… o cuándo dejas de amarlo.

Repito:

«Cuando uno ama a alguien, uno desea lo mejor para esa persona».

Al desear lo mejor para los otros, uno sonríe y no piensa que eso no va a pasar; uno confía. ¿Por qué es tan difícil desearnos a nosotros mismos cosas buenas? ¿Por qué es tan difícil creer que vamos a obtener ese doctorado, ese trabajo, ese reconocimiento, esa cantidad de dinero… esa pareja? ¿Por qué creemos que todo el mundo se gana cosas pero nosotros no? Unos dirán que es por la envidia, otros simplemente pensarán en la mala suerte… yo culparé a la falta de confianza y al miedo, aunque no tengo la última palabra y, a decir verdad, creo que nadie la tiene.

El miedo y la confianza no pueden coexistir

Cuanto más esperes ser amado por otro, menos lo estarás, porque te asaltará la duda de si serás capaz o si de alguien te querrá de la manera en la que esperas. Cuando te olvidas del asunto y te concentras en aquello que sí está en tu poder —amarte a ti, por ejemplo— no solo te empoderas y te das cuenta de que eres capaz de mejorar tu vida, sino que no rompes la ley universal del «dar para recibir», porque le das a la persona más importante de tu vida, a aquella que nunca te va a abandonar: tú mismo.

Mario Bross o la metáfora de la vida

Son pocas las personas que no saben quién es Mario Bross. Para que todos estemos en la misma página lo diré en una línea: Mario es un plomero que tiene que hacer un recorrido para rescatar a una princesa.

9080700357_97046bd556
Imagen de Humberto Chalate (Flickr)

 

Ya otros han dicho que aprendieron de él millones de cosas, como que «si encuentras dinero tirado en la calle, ¡es tuyo!» o que «cuantas más moneditas tengas, es más fácil encontrar a tu princesa».

mariobros_3
Imagen tomada de: Desmotivaciones.es

En realidad es poco lo que tengo por decir del juego, pero sí mucho de lo que es para mí la mejor metáfora de la vida.

1. Esta realidad es para mí una simulación.

Estar aquí es el equivalente a montar en la montaña rusa. Casi todos hacemos fila para ver qué se siente, incluso si estamos seguros de que habrá una caída. Una y otra vez nos metemos en un personaje… incluso podemos escoger ser el plomero más humilde.

2. Hay distintas vías para llegar al mismo objetivo.

Uno puede seguir el camino en línea recta o subirse a las nubes. El objetivo siempre va a ser el mismo: rescatar a la princesa… o el que cada uno se haya propuesto. Uno podría usar la cabeza de su avatar para romper ladrillos o para atrapar moneditas, y nadie puede decirnos que estamos jugando bien o mal si nos dedicamos solo a atrapar las monedas o a romper los ladrillos. También podemos elegir crecer o estar siempre del mismo tamaño… y aún así, jugar felices.

3. Hay baches… pero también hay trucos para pasarlos.

Una buena comida tiene diferentes sabores y uno no puede pedir que todo sea dulce; y no porque el chef no pueda preparar postres 24/7, sino ya que uno mismo no estaría dispuesto a empalagarse tanto. De vez en cuando viene bien algo de picante… y tampoco es necesario que todo lo tenga o ponerlo. No sé qué dirán mis amigos mexicanos, pero debe haber alguna excepción.

Pero volvamos a Mario. ¿Qué hacer cuando uno está frente a un bache, un dragón o cualquier amenaza? Uno siempre tiene un primo que conoce el juego. Si uno trata mil veces y no sabe cómo pasar esa parte, le pasa el control por un momento. Yo creo que esa es la posibilidad más interesante del juego de la vida. Yo no soy muy rezandera, pero me imagino que Dios es ese primo mayor o ese amigo que ya sabe cuáles son los atajos y le paso el control. No se trata de ponerlo a jugar siempre a Él, porque entonces no jugaríamos, sino de que nos dé consejos y nos ayude con cosas con las que no podemos. Como yo lo veo, la vida no es una creación única de Él ni solo del humano,  es una co-creación. ¿Y si uno no cree en Dios? Pues vale, soltar el problema es pasarle el control al curso de la vida o al universo… A veces tenemos que aceptar que hay cosas que no están en nuestro poder… y jugar por disfrutar, porque empezar a usar el control con tristeza o quejadera no hará que lleguemos más rápido a la meta. Después de todo, para saltar los baches, el 90 % de las veces se necesita impulso.

4. Nadie está obligado a estar en el juego.

Supongamos que se va la luz o que nos aburrimos… o incluso que ya rescatamos a la princesa. Siempre podemos entrar y salir del juego cuando queramos. No. No estoy haciendo ninguna apología al suicidio. Por el contrario, estoy tratando de que recordemos que estamos aquí porque amamos la vida y queremos ver qué se siente estar en un avatar que puede comer chocolate, saber a qué sabe la cerveza y tener sexo. ¿Qué otras razones podría haber para bajar a un planeta complicado? Sí. Hasta ahora, al menos de manera oficial, tenemos que cuidar la Tierra porque es el único planeta con cerveza. ¡Salud! Jajajaja…

Pero ahora sí en serio: olvidémonos de que Dios nos puso aquí… y de que estamos aquí para sufrir. Vinimos para disfrutar el recorrido y le rogamos al universo que por favor nos dejara venir porque sabíamos que si podíamos con esto, podíamos con cualquier cosa. Ya hicimos la fila para la montaña rusa, ahora depende de nosotros disfrutarla.

super-mario_mdsima20150507_0207_21
Imagen tomada de: http://www.cuatro.com/videojuegos/Super-Mario-Nintendo-parque-atracciones-Universal_0_1983450485.html

 

¿Tú crees que no eres lindo(a)? Mira estos dos videos.

A continuación un experimento social sobre la belleza, el amor y la autoestima. Fíjense que no hubo una inversión económica tan grande, sino que en lo que los organizadores se enfocaron fue en la seguridad; lo otro simplemente fue un complemento.

De este otro video aprendí que se puede ser bello y diferente a la vez. Juzguen ustedes.

Querido niño Dios, mándame un(a) novio(a)

Tomado de: winkal.com

Esta navidad pide algo para ti… y confía.

[Pausa para escuchar una canción de Diego Torres].

Una amiga me dijo hoy que por estas fechas ella acostumbra a encender una vela por algunos amigos y familiares. Guardé silencio por un segundo y le propuse, a manera de ejercicio, que este año también encendiera una luz por sí misma.

Nos han enseñado que pedir por nosotros mismos es egoísta, pero creo que algunos hemos entendido ese consejo de la manera equivocada.

Esta época es especial para recordar que podemos pedir con la inocencia de un niño y nuestros deseos serán concedidos. Cada familia es diferente y supongo que no obtuvimos tooodo lo que pedíamos, pero la mayoría de las peticiones ocurrieron.

¿Por qué creo que funcionaba?
1. Pedíamos con inocencia: éramos niños.
2. Pedíamos con seguridad: sabíamos que el niño Dios, Santa Claus, ¿Qué sé yo? El ratón Pérez… iban a cumplir su promesa.

3. Soltábamos el deseo: una vez enviada la carta, era claro que el que la recibiera iba a hacer lo posible por hacer realidad nuestros sueños… y si no se podía, era porque Santa tenía que visitar muchos niños… o porque el niño Dios tenía una agenda muy ocupada. Si no nos regalaban lo que habíamos pedido, tampoco nos duraba el berrinche más de una semana (supongo).
4. Reconocíamos: teníamos claro que, aunque habíamos cometido fallas, no se pedía perfección de parte de nosotros. Sabíamos que nos habíamos portado bien y nos merecíamos un premio. Si no había sido exactamente nuestro año, ofrecíamos una disculpa sincera y nos comprometíamos a que la cosa cambiara… Así luego la volviéramos a embarrar.

5. Teníamos el deseo de compartir: si nos regalaban un carro, lo divertido era hacer carreras con los primos a los que también les habían regalado otros carros… Si queríamos un «Polystation», tal vez no teníamos tan claro que era para jugar con otros, pero al final terminábamos pasándole el control hasta al abuelito. Más de uno se «agarró» con los hermanos porque no le prestaban el jueguito, pero eso era parte de la lección: compartir. Otros jugábamos a cazar patos con una pistola y lo divertido no era ni la caza, ni la pistola, sino ver al perro reírse.

image.png

6. Agradecíamos de antemano: no solo era un voto de confianza sino de esperanza. Muchos pedimos la paz para el mundo, y pues… evidentemente eso no pasó de la manera en que lo esperamos, pero tampoco le quitó mucha credibilidad a nuestro deseo. Uno de niño sabía que ese deseo de la paz no se iba a dar de la noche a la mañana, sin embargo aguardaba y seguía su vida feliz. Ahora de grandes seguimos esperando que el mismo Dios al que le pedimos bicicletas en el pasado solucione los problemas que como humanidad hemos causado. Tenemos… «coraje». Si uno quiere paz, pues hace la paz. Punto. No espera a que se la traiga el hada de los dientes.

En la edad de la inocencia nuestro deseo venía del merecimiento, no del ego ni desde el «quiero todo para mí».

—»Ah, obvio. Cuando éramos niños era más fácil porque el niño Dios de la casa eran los papás. Ahora uno es su propio niño Dios».

—¡Tiiin! ¡Esa es la idea! El Amor Supremo vive dentro de usted —llámelo Dios, Jesús, Buda, Alá, Universo, Partículas, biología o cuerdas— y está esperando esa carta interna.

 

 

Pero ojo: no se aferre a que se le tiene que dar el 24 de diciembre a las 12 de la noche o el 6 de enero del próximo año. Si acostumbra a rezar la novena, recuerde que hay que pedir «por los méritos de la infancia» y que su Jesús interno también merece ser feliz. Si no cree en eso, igual tranquilo. Pida a aquello en lo que crea… Pídase a usted mismo, permítase un regalo para compartir con otros… Dicen que «hay que dar para recibir», así que trate de que este año usted aparezca de primero en la lista de personas a las que desea darles algo de corazón. Si se ha portado bien, seguro se lo merece… y si se ha portado mal, llámeme (juas). Digo, perdónese y revise qué puede hacer para sentirse mejor consigo mismo.

¡Feliz navidad! Navidad es todos los días si dentro de usted nace el Amor.

El espantapájaros o cómo perder a una chica en tres días

the-wizard-of-oz-516687_960_720Uno solo sabe que algo ya está superado cuando lo ve y no le produce dolor. Ayer fue uno de esos días y, aunque Ed «El loco» no me alcanzó a causar sufrimiento en sí, hoy me di una palmadita mental en la espalda cuando me lo encontré.

Hacía ya bastantes años que Ed se había ganado, sin saberlo, el apodo del «loco». Y no era solo porque estudiara psicología, sino que supo hacer lo correcto para hacerme pensar en él y luego asustarme. Todo en tres días.

Y sí. Si el amor es—como dice el aria que le presta el título a este blog— un pájaro rebelde, este hombre es y será recordado como el cazador… o mejor dicho, el espantapájaros: las mata y luego las espanta.

Pero, ¿qué fue lo que accionó el botón de pánico como para que yo saliera corriendo? Calma. El pájaro no voló solo del nido. Primero hablemos de lo que hizo bien.

Punto uno: me encontró cuando yo aún era una estudiante que no se creía lo suficientemente linda.

Punto dos: justo ese día, mi «traga» se había cuadrado con otra compañera y yo me había puesto a leer Romeo y Julieta—sí, Romeo y Julieta— en un banquito de cemento de la facultad.

Punto tres: Ed se acercó y me habló, incluso creo que del libro. No le podemos quitar puntos, el tipo tomó la iniciativa.

No sé si lo fingía o si yo me comí muy bien el cuento de que era seguro. El caso es que Ed consiguió mi atención sin mucho esfuerzo.

¿En qué la embarró? Se excedió en ansiedad. Me llamaba, me dejó un mensaje en el contestador, me regaló rosas casi al tercer día de conocerme… y «la tapa»: un día que estábamos hablando en la facultad de repente se escondió detrás de una carpeta que llevaba en la mano y comenzó a decir con voz desesperada algo como «Escóndeme, escóndeme que viene Fulanita».

¿Qué?

Ayer, cuando me lo encontré de nuevo, lo vi igual. Sentí que no había cambiado en absoluto. La lección que aprendí de él era que no se trata de belleza—porque ni era el más feo, ni era el más lindo—, tampoco de dinero—porque no era ni demasiado rico ni excesivamente pobre—; tal vez era un tema de actitud, de valentía, de seguridad.

Era lógico. Ed vino a enseñarme un espejo de mi realidad. Lo atraje en ese momento de mi vida porque yo me sentía insegura e incapaz. Uno solo puede atraer lo que ya está dentro de uno. Yo pensaba que era una persona segura y que podía establecer un tema de conversación… pero en la realidad estaba asustada por dentro. ¿Qué tipo de relación va a durar si uno de los dos está asustado? Esto no es sobre el otro, sino sobre cómo el otro es la parte de mí que no me deja avanzar… aquello de mí que no he llegado a comprender.

No sé de dónde provenía esa falta de seguridad. Freud tal vez diría que a eso se le llama falta de sexo (Juas), pero ahora en serio, quizás no me sentía lo suficiente. Insisto: el tipo en sí no tiene nada que ver con esto. De hecho, lo más probable es que sea una buena persona y que solo haya tenido un momento de ansiedad; eso hace más de uuuuf… como ocho años. Lo que sí debo abonarle es que me ayudó a aprender que uno atrae situaciones o personas que están siempre en la misma onda. Si atraigo tipos casados o infieles, es altamente probable que yo tenga un deseo insatisfecho por sentirme única y no esté haciendo todo lo que tengo que hacer para sentirme irremplazable por mis propios medios y sin que otro me lo haga sentir. No. No estoy justificando a los infieles ni le estoy diciendo que todo lo que le pasa es su culpa. Todo lo que le pasa es producto de cómo mira usted el mundo. No es posible atraer un tipo seguro hasta que yo no me sienta segura. No puedo atraer un tipo que me guste hasta que yo no me sienta linda y merecedora de alguien que me parezca lindo. ¿Tiene sentido? Si soy hombre y atraigo mujeres que me explotan, mi excusa es y siempre será que las mujeres quieren a los hombres con dinero… y soy yo quién no me doy valor propio.

Lección aprendida (espero): el que se sabotea, por lo general es uno mismo. Así que la próxima vez que desee ser pájaro, recuerde que de usted, y no del otro, depende no convertirse en su propio espantapájaros. Y sí, parece que la teoría se nos queda corta, pero yo también estoy en mi proceso de aplicarlo.