—¿Ustedes cómo ven a ese personaje?, preguntó alguien ayer en el club de lectura. Se refería claramente a Jean Baptiste Grenouille, protagonista de la novela El perfume: historia de un asesino.
«Definitivamente, no es humano», pensé. «Quizás tenga apariencia humana, pero en el mundo ficcional, y quizás más frecuentemente en la realidad, las apariencias nos engañan una y otra vez: por desgracia, no todo lo que parece humano resulta serlo».
¿Entonces cómo podemos definir a una criatura que se ve como humano, habla como humano, pero que carece de todo rasgo de humanidad? ¿Es acaso un robot? ¿Es tal vez un animal? ¿Es quizás un Meursault, protagonista de la novela El extranjero?
No. El robot tiene reglas, reglas instituidas por el humano y cuyo único fin es proteger a otros humanos. El animal tiene instinto. Si se comporta según unas reglas que no corresponden a las nuestras, esto solo puede deberse a su naturaleza, mas no al deseo en sí de hacer daño… hasta donde sabemos. ¿Y un hombre indiferente por excelencia como Meursault? Jamás. ¿Un hombre que no llora ni en el funeral de la mamá? De nuevo la ficción… No significa que no sufra.
¿Entonces qué nos diferencia de todo lo que no es humano?
¿Es acaso la risa… el llanto… la sensibilidad… la capacidad de maravillarnos por el entorno… el poder de creación que cada uno lleva dentro?
Grenouille jamás reía… y creo que tampoco lloraba. No obstante, tenía plena de su poder creador porque buscaba el grial de los perfumes, era sensible ante ellos… pero su objetivo no era desarrollarse como humano por medio de su creación. Todo lo contrario, su motivación era la búsqueda de la grandeza por sí misma. Ser grande, ser adorado, ser idolatrado… ¿ser amado?
Quizás, eso es lo que nos hace perder la humanidad. No solo es el deseo de obtener las cosas pasando por encima del que sea, sino que como consecuencia de todos nuestros actos aquella sensibilidad que nos caracteriza, se esfuma ante el dolor ajeno. La usamos para compadecernos de nosotros mismos… para crear una belleza suprema que no nos pertenece, para sentirnos mucho más que los demás, únicos dioses y dadores de vida, sin los cuales el universo no podría funcionar.
¿Habría cambiado el personaje si alguien le hubiese mostrado el mínimo de humanidad que nunca recibió ni aún en el vientre de su madre? Lo ignoro. ¿Cómo juzgarlo si es que no puede dar de lo que nunca recibió? ¿Cómo no repudiar sus actos infames?
Vamos de la ficción a la realidad. En tiempos de paz y de reconciliación, ¿seremos capaces de perdonar al individuo y repudiar sus acciones?
Me gustó especialmente tu escrito: la decadencia de lo humano, porque nuestra decadencia es evidente. Algunos se aferran a sus posesiones materiales para demostrar a otros su poder, otros usan su intelecto para tal fin y muchos otros buscan dominar e imponer sus creoterios aprovechando la „debilidad“ de sus congéneres! Como invertir nuestra decadente escala de valores ??
Me gustó especialmente tu escrito: la decadencia de lo humano, porque nuestra decadencia es evidente. Algunos se aferran a sus posesiones materiales para demostrar a otros su poder, otros usan su intelecto para tal fin y muchos otros buscan dominar e imponer sus creoterios aprovechando la „debilidad“ de sus congéneres! Como invertir nuestra decadente escala de valores ??