Ese día, el amor me dejó preguntarle cinco cosas. Lo miré en el reflejo del espejo empañado y le dije:
—¿Cómo mejoro la relación con mi madre?
—Recuerdo que la escogí.
—¿Cómo mejoro la relación con mi padre?
—Recuerdo que lo escogí.
—¿Cómo mejorar la relación con mi enemigo?
—Recuerdo que no existe. Solo yo decido a qué le doy visibilidad en mi vida; y si le doy atención, le doy poder. Si no lo nombro, no existe… Recuerdo enfocarme en el amor. Nadie puede resistirse al amor. El amor es irresistible y nos rendimos ante él. Amar al enemigo no significa dejarse maltratar. Poner la otra mejilla no es es lo que a veces pensamos que es. Es darle la responsabilidad al otro de sus acciones y tomar responsabilidad por las nuestras. Si él se equivoca, no es mi problema. Es de él. Y si su equivocación aparentemente me toca o me hiere, mi responsabilidad es manifestar mi inconformidad con sus acciones y enfocarme en como dar amor a quien lo valore.
—¿Cómo logras olvidar ese momento horrible que te ocurrió o que te sigue ocurriendo?
—Recuerdo que yo escogí el pénsum de mi carrera. Tal vez la materia o el profesor no resultó como pensé que sería. Cero culpas, cero arrepentimientos. Di lo mejor de mí. Ahora, recuerdo que ya pasó, y salí invicta. Y si no ha acabado el dolor, algún día lo hará.
—¿Cómo dar más amor si no hay nadie que lo reciba?
—Merécelo tú misma. Dátelo tú misma. Recíbelo tú misma.