A veces tenemos la impresión de que las cosas se mueven lentamente o parecen estar ancladas. «¿Cuándo llegará ese aumento?» «¿Cuándo me mudaré a un mejor lugar?» «¿Cuándo llegará esa pareja?» «¿Cuándo mejorará mi salud?» «¿Cuándo llegará esa oportunidad?» «Y para cuándo el yate?» «¿Y para cuándo la mansión?» «¿Y para cuándo el Ferrari?» ¿Cuándo, cuándo, cuándo?
«Meh. Aquí no pasa nada, aquí nada se mueve».
Salvo en turbulencias notorias o conocidas excepciones, eso es lo que uno piensa cuando está en un avión o cuando se monta en un crucero. Está siempre la ansiedad de llegar para ver al otro, para ultimar pendientes, para trabajar, para descansar, para «x» o «y»… Siempre queremos llegar y siempre con un objetivo.
Tantas veces me pasó —y no solo metafóricamente hablando— que anhelaba llegar a puerto para bajarme del barco y descubrir lo que allí me esperaba… y una vez descendía, me desilusionaba porque el paisaje alrededor no tenía novedad alguna. Y es que tanto es el afán de querer que sea mañana, que uno se olvida de disfrutar ese momento en el que el sol se oculta detrás de la montaña.
Entonces un día, uno se detiene a observar y, por un instante, encuentra plenitud. Luego, quizá, vuelva a la intranquilidad, al estrés, a la preocupación o a la ansiedad a la que está habituado; pero, mientras tanto, uno es feliz… todo parece estar en orden. Ahí está la paciencia: una lección que aún sigo integrando porque va y viene, va y viene. Una vez la tengo, se me escapa de las manos como la arena del mar.
¿Por qué nos urge tomar acción? ¿Por qué nos empeñamos en descifrar qué hay detrás de la montaña? ¿Por qué no es suficiente el horizonte? ¿Por qué queremos más y nos forzamos a creer que todo tiene que ser digno de ser ambicionado? ¿Por qué sentimos que si no es ahora, y bajo nuestras condiciones, eso que tanto anhelamos no se va a dar? ¿Por qué necesitamos la ilusión del control? ¿Por qué nos cuesta tanto dejar de mirar el timón con el afán de llegar a puerto y, en vez de eso, voltear hacia el horizonte para admirar el atardecer en el mar?
—Y entonces, ¿para cuándo el yate? —¿Yate? Naj. Yo voy en un crucero.
Ni tusa ni distancia ni consejitos de superación… o bueno, uno que otro…
Antes de que se desate la tormenta, tenga listo el paraguas… Aquí van algunas cosas que me hubiera gustado que me dijeran, y que por desgracia descubrí tarde. Bien pueda comparta…
Ojalá veinte días antes de la partida del ser amado o cuando esté en un momento de tranquilidad, haga una lista de emergencia. Incluya los sitios de Internet que más le gustan y lo motivan. Por favor omita las redes sociales en donde tenga a su pareja o cosas que le recuerden a esta directamente. Dese una vueltica por Duolingo, Lingvist.io, Coursera, los cursos gratis de la Universidad de Harvard o cualquier cosa que lo distraiga. Aprender algo nuevo hará que su cerebro piense menos en la situación dolorosa y retome los procesos de neurogénesis que ya no puede hacer con el sexo. No se espere a que haya pasado un mes para tener un plan, se lo digo por experiencia. Ah, sí, el chocolate amargo también puede estar incluido en esa lista, al igual que reventar envolturas hechas de plástico de burbujas, cantar en la ducha y los nombres de sus amigos más cercanos. Créame, después de contarle una y otra vez su drama al mismo, es posible que ese ya se canse. Eso sí, tenga en cuenta que contar y contar sus tristezas no ayuda a nadie: una cosa es desahogarse y otra muy distinta es quedarse en el hoyo para tener la atención de los demás. En resumen, escriba todo lo que lo haga sentir bien… y tómele una foto con el celular o lleve la lista con usted… Nunca se sabe.
Esto también va a pasar. Quizá hoy duela, quizá mañana siga sintiéndose igual… pero algún día el ciclo tiene que parar. Asegúrese de tomar nota mental (o física) de qué hizo bien, en caso de recaída.
Ya que no puede controlar la situación por completo, intente darse un viajecito… aunque sea cerca de su ciudad. Si tras de entusado está endeudado… el agua aromática con su mejor amiga o mejor amigo siempre será una opción… y de paso también puede darse un bañito de hierbas😂.
Haga algo lindo por alguien más. A veces las acciones anónimas nos ayudan a sentirnos mejor. La próxima vez que vaya a la tienda a comprar una manzana, puede comprar otra para algún desconocido… Tal vez pueda sonreírle a alguien en la calle sin motivo mientras se imagina que esa persona encarna a su futuro amor o su actual pareja en la distancia. Hay miles de cosas que son gratis y pueden alegrar el día de otro. Y si por estos días no soporta a la raza humana —no se culpe, yo tengo días en que no puedo ni verlos o soportarme a mí misma— intente regar alguna mata o saludar a los perros… Después de todo, algún ser vivo debe despertarle un poco de amor.
Lo que sea que haga, no lo haga por las razones equivocadas. Quiero dejar en claro que, si hace algo para olvidar a su expareja o poner en pausa sus pensamientos sobre el amor que no puede tener, tarde o temprano volverá a sentirse miserable. Es como si deseara tapar un agujero en la arena a punta de llenarlo con agua. Funcionará por un tiempo, pero después quedará vacío. Es diferente decir: «Voy a hacer esto para olvidarme del dolor» a «Esta idea me suena».
Entienda a sus amigos, especialmente a los que no saben qué decir. Solo están haciendo lo que creen correcto. Yo también tengo esos amigos que, con buena intención, me dicen: «Son solo unos pocos meses». Juro que sería millonaria si me dieran cien pesos por cada vez que he escuchado esa frase últimamente. Incluso, he recibido el positivismo desmedido en los momentos en los que no me siento capaz de lidiar con los «¡Todo va a estar bien! ¡Qué bella es la vida!». ¿Qué bella es la vida? Mi trasero. Cuando uno está gruñón, está gruñón. No necesita gente que le diga que todo va a estar bien. Uno quiere estar en modo CejasPobladas (ojo al video 😂) y está bien. No hay nada de malo en quejarse un poco… e incluso disfrutar de la quejadera… pero no quedarse ahí. Me costó trabajo entenderlo, pero creo que de algún modo tenía que pasar. Gradualmente, pasaremos de la depresión a la rabia… y de la rabia a reírnos de lo estúpido de la situación, solo hay un par de llamadas a amigas cercanas.
Llene el hueco con trabajo, baile, pasatiempos, zumba, libros, teatro, videos chistosos, vaya a la peluquería, hágase las uñas, haga origami, pinte, lave el carro, busque trucos en Internet… mejor dicho: haga lo que le dé la gana lo que le llame la atención. Pero recuerde que «al que le van a dar, le guardan… y al que no, ni haciendo fila».
Ese día, el amor me dejó preguntarle cinco cosas. Lo miré en el reflejo del espejo empañado y le dije:
—¿Cómo mejoro la relación con mi madre?
—Recuerdo que la escogí.
—¿Cómo mejoro la relación con mi padre?
—Recuerdo que lo escogí.
—¿Cómo mejorar la relación con mi enemigo?
—Recuerdo que no existe. Solo yo decido a qué le doy visibilidad en mi vida; y si le doy atención, le doy poder. Si no lo nombro, no existe… Recuerdo enfocarme en el amor. Nadie puede resistirse al amor. El amor es irresistible y nos rendimos ante él. Amar al enemigo no significa dejarse maltratar. Poner la otra mejilla no es es lo que a veces pensamos que es. Es darle la responsabilidad al otro de sus acciones y tomar responsabilidad por las nuestras. Si él se equivoca, no es mi problema. Es de él. Y si su equivocación aparentemente me toca o me hiere, mi responsabilidad es manifestar mi inconformidad con sus acciones y enfocarme en como dar amor a quien lo valore.
—¿Cómo logras olvidar ese momento horrible que te ocurrió o que te sigue ocurriendo?
—Recuerdo que yo escogí el pénsum de mi carrera. Tal vez la materia o el profesor no resultó como pensé que sería. Cero culpas, cero arrepentimientos. Di lo mejor de mí. Ahora, recuerdo que ya pasó, y salí invicta. Y si no ha acabado el dolor, algún día lo hará.
—¿Cómo dar más amor si no hay nadie que lo reciba?
—Merécelo tú misma. Dátelo tú misma. Recíbelo tú misma.
«Él estaba hablando del amor (…), pero ella no entendía su lenguaje».
Fragmento de Gary Chapman en el libro Los cinco lenguajes del amor
En el área de la lingüística hay idiomas principales, tales como el japonés, chino, español, inglés, portugués, griego, alemán, francés. etcétera. La mayoría de nosotros crecimos aprendiendo el idioma de nuestros padres y parientes, el cual viene a ser nuestra primera y principal lengua, la nativa. Más tarde podemos aprender otros idiomas, pero por lo general con mucho esfuerzo. Estos vienen a ser nuestros idiomas secundarios. Hablamos y entendemos mejor nuestro idioma nativo; nos sentimos más cómo- dos hablando ese idioma. Mientras más usamos un idioma secundario, mejor nos sentiremos conversando en él. Si hablamos solamente nuestro idioma principal y nos encontramos con alguien que habla solamente su idioma principal. que es diferente del nuestro, nuestra comunicación será limitada. Debemos ayudamos con señales, gruñidos, dibujos o representaciones de nuestras ideas. Podemos comunicarnos, pero es difícil. Las diferencias de idioma han separado y dividido a la cultura humana. Si queremos comunicarnos en forma efectiva entre las diferentes culturas, debemos aprender el idioma de aquellos con quienes deseamos comunicarnos. En el área del amor es igual. Su lenguaje emocional amoroso y el lenguaje de su cónyuge pueden ser tan diferente como el chino del español. No importa cuánto se empeñe en expresar el amor en español, si su cónyuge entiende solamente chino nunca entenderán cómo amarse el uno al otro. Mi amigo en el avión hablaba el lenguaje de «Palabras de confirmación» a su tercera esposa, al decirle: «Le dije cuán hermosa era. Le dije que la amaba. Le dije cuán orgulloso estaba de ser su esposo». Él estaba hablando amor y era sincero, pero ella no entendía su lenguaje. Tal vez buscaba amor en su conducta y no lo encontraba. Ser sincero no es suficiente. Debemos aprender el lenguaje amoroso principal de nuestro cónyuge si queremos ser efectivos comunicadores de amor.
Este señor estuvo casado 62 años. Su texto se ha vuelto viral. Aquí lo copio y lo pego.
La página Humans of New York comparte historias de ciudadanos comunes… He aquí el texto de este tierno señor:
«Mi esposa falleció el pasado enero. Habíamos estado casados durante 62 años. Me has pillado en un momento en que he estado pensando mucho sobre el amor, porque ando leyendo los sonetos de Shakespeare.
Mi esposa lo decía: «Somos uno»
«La definición del amor es difícil de alcanzar, se escribe sobre él sin cesar. Ni siquiera Shakespeare podía definirlo. Todas las grandes historias de amor solo representan una atracción física. Romeo y Julieta no sabían si les gustaba los mismos libros o películas. Lo suyo era solo físico.
«Después de 62 años, el amor se convierte en algo completamente diferente. Mi esposa solía decir: Somos uno.
«Y créeme, ella no era una persona exagerada. Ahora que se ha ido, me doy cuenta de cuánta razón tenía. Gran parte de nuestras vidas estaban vinculadas. Tanto de manera física como afectiva.
Cuando más la extraño es por la noche
«Pero también compartimos un montón de rituales. La echo de menos cada vez que salgo de una película y no puedo pedirle su opinión. O cada vez que voy a un restaurante y no puedo darle a que pruebe de mi plato.
«Cuando más la extraño es por la noche. Nos íbamos juntos a la cama, a la misma hora, todas las noches».
Empecemos con una frase que se le atribuye ¿falsamente? como casi todo en Internet a Bob Marley:
«La mayor cobardía de un hombre es despertar el amor de una mujer sin tener la intención de amarla». Bob Marley (¿?)
Y sí. Parece que tenemos una nueva criatura en el zoológico: se trata del calientaovarios. ¿Pero quién es? ¿Cuál es su modus operandi? ¿Dónde se esconde? ¿Cómo se camufla? y sobre todo, ¿cómo protegernos de él?
En primer lugar, un calientaovarios es una persona a la que le encanta coquetear y no concretar. Y no, no crean que solamente me refiero a los hombres que lo hacen, también hay muchas mujeres que alimentan (alimentamos, alimentábamos… tiempo pasado y que levante la mano quien nunca en su vida lo haya hecho) los egos ajenos para deleitarse un poco y darle de comer al Gollum que todo ser humano lleva dentro.
Ojo. Sé lo que se están preguntando. ¿Qué diferencia hay entre una persona calientahuevos y un(a) calientaovarios? Pues bueno, como ambas palabras son inventadas, debo intentar explicar esto porque calentadores hay muchos y abundan. Por ahora, mientras la ciencia me corrige, definiré al calientaovarios como alguien que tira migajas de afecto y despierta sentimientos. La palabra calientahuevos la usaré para designar a aquel ser que «calienta lo que no se va a comer», es decir, impulsa ciertos deseos sexuales y se va.
Pero no nos quedemos en definiciones, porque el lenguaje es ofensivo. Mejor tratemos de entender por qué hay gente que hace lo que hace. ¿Por qué esa amiga suya sigue tan encaprichada con un tipo que no la invita a salir, pero con el que chatea desde las 8 de la noche hasta las 7 de la mañana? ¿Por qué ese otro tipo (que conoce a alguien que usted conoce o que es el amigo del amigo de un amigo) sigue detrás de la fulana que no concreta ni una cita, ni un besito, pero que le sigue haciendo sonrisitas diariamente y hablándole con excusas pendejas?
Señores y señoritas: si esto les suena familiar, muy probablemente están frente a un(a) calientaovarios.
Estos personajes aman ser admirados. Necesitan de la adulación y, sobretodo, de la atención ajena. Secretamente, sienten que son el centro del universo. Y adivine: encontraron a alguien que les da ese lugar y haría todo por ellos.
o que no te pone cuidado…
Algunas pistas para identificar a un(a) calientaovarios
Le habla cuando se le da la gana.
Si le habla, lo hace ojalá por chat y a altas horas de la noche… cuando nadie más le pone cuidado.
Le dice que usted es muy especial, pero no se ha dignado a salir oficialmente.
Habla mucho de sí mismo(a) y pregunta muy poco sobre usted. Parece que lo único que importa es él o ella.
Si acepta invitaciones a comer o a teatro, saca algún comentario durante la cita para quedar en modo amigos (alerta friendzone), en vez de haber aclarado eso antes de verse.
Le pide favores pendejos o plata prestada (que nunca devuelve).
Pone una fecha para la cita (uno de pendejo deja todo por ir) y cuando uno pregunta: «¿Al fin nos vamos a ver?» dice que está en pijama viendo los Simpsons.
Se vale de cualquier excusa para hacerle creer a usted que se «envideó» solito(a) y que él o ella jamás tuvo la intención de hacer que dichos sentimientos nacieran. De nuevo, ¿chateaban hasta qué hora? Sí, tú, imbécil.
Usted le hace regalos que no le haría a sus amigos(as) o le organiza una fiesta de cumpleaños y solo recibe un «Aww, gracias» (Cero picos, cero salidas, a usted nadie le organiza fiesta de cumple, nadie le decora el puesto, etcétera).*
El sujeto o la chica no mata ni una mosca. Todo parece perfecto en él o ella.
¿Cuál es el antídoto contra la «picadura» de un(a) calientaovarios?
*Ya sé que usted no espera nada a cambio del «amor» que profesa por esta persona, lo cual es lindo, pero estos consejos no están de más y quizá le sirvan. Es más, siéntase libre de compartir aquellos que le hayan sido útiles:
El problema no es lo que él o ella haga, sino que usted sigue pensando que merece solo eso.
¿De verdad quiere alguien a quien usted tenga que estarle recordando lo maravilloso que es cada cinco minutos y que no pueda decir ni una cosa buena de usted?
Un ego tan grande no viene del amor. Piénselo. ¿Quiere atraer gente que valore lo que usted es? Súbale dos a la autoestima…
Dar amor es maravilloso, sufrir no. Si usted está sufriendo más de lo que se siente amado(a), por ahí no es.
Todo el mundo tiene defectos. De lo bueno, bueno… no dan tanto.
Agradezca mentalmente a esa persona por lo que le enseñó y siga con su vida.
El regalo más grande que le damos a otros es ponerles atención. Si usted cree que esa persona le pone atención y se interesa por lo que usted es, lo que tiene para decir y sus pasiones… va bien. De lo contrario, aborte la misión y salga con dignidad, no con orgullo; con agradecimiento, no con resentimiento.
Arréglese, póngase más buena o más papasito… y siéntase feliz porque en unos meses verá la razón por la que la cosa no cuajaba. Se lo aseguro. Me ha pasado 472638749039999,2 veces.
Deje de alimentar al Gollum interno. Es la única forma de matarlo.
Deje de alimentar al Steven Spielberg interno… o conviértase en director(a) de cine en la vida real y sáquele provecho a su imaginación.
Todo el mundo está en la zona de amigos hasta que se demuestre lo contrario. Si el otro está ahí, es porque quiere. «Cuando quieras salir de la zona de amigos en la que tú mismo(a) te pusiste, me buscas. Mientras tanto, chao. Me voy a ser feliz».
Y si nada de esto funciona… le recomiendo una novenita a Santa Rita de Casia, patrona de las causas perdidas a la que el marido le daba en la jeta. Ella seguro le dice qué hacer, porque usted no ha aprendido a quererse a sí mismo(a), y tal vez necesite que alguien que ya sufrió todas las penas juntas en una vida Parce, en serio, qué pecado la vida de esa cuchita, le pasó de todo se lo recuerde. *Bofetada mental*.
¿Cuáles son las claves que oculta nuestro cerebro sobre las relaciones de todo tipo? ¿Es cierto eso de que las palabras tienen poder? ¿Qué podemos hacer para dominar nuestro cerebro y no dejarnos dominar por creencias preestablecidas?
Comencemos por desmitificar dos creencias arraigadas en la cultura:
Mito 1: las células del cerebro (neuronas) son las únicas que no se regeneran. Realidad: la neurogénesis existe y sí podemos hacer que nazcan nuevas células.
Aquí se explica cómo. Si quieres, recuerda que la conferencia de diez minutos tiene subtítulos en español e inglés.
Mito 2: las palabras se las lleva el viento, las palabras no hieren. Realidad: las palabras tienen la capacidad de cambiar nuestra estructura neuronal.
En una entrevista que le hizo Margarita Vidal al científico colombiano Rodolfo Llinás, él le dice que alguna gente no entiende bien cómo un estado funcional del cerebro se puede modular o corregir mediante la palabra. Corto y pego:
El psicoanálisis es hablado y la gente se mejora. Y yo les contesto que las palabras cambian el cerebro.
¿En qué forma?
-Si yo le digo a una persona que es ‘malnacida’, responde agresivamente. Entonces, las palabras son como piedras; pueden hacer bien o daño, porque cambian el estado funcional del cerebro.
¿Es porque producen emociones?
-Exactamente, las emociones se pueden correlacionar. Antes se pensaba que no, y la realidad es que sí: yo puedo ver en el cerebro cuando alguien está bravo, triste o con dolor. Pero a la gente le resulta profundamente complejo y difícil de aceptar que la mente ―que era casi intocable― se reduce a una situación ‘cuchareable’, y su conclusión temerosa es: “Solamente hay dos posibilidades: que el paciente esté bien o que esté mal. Si está bien, no ha pasado nada porque no hubo necesidad de tratamiento. Pero si está mal, ¿qué hacemos nosotros? Lo que usted nos está diciendo es que estamos aplicando un sistema que no es”.
¿Entonces el problema es de programación?
Posiblemente. Es como si cada uno de nosotros tuviese un código por dentro que determinara qué es lo normal para cada uno. Una vez el usuario presiona «Enter», el programa se ejecuta solito.
Me explico: Si una persona tiene en su código algo como los siguientes conceptos:
Los chocolates son deliciosos, pero hacen que se me brote la cara. Si tengo una pareja que me quiera, esa persona debe estar loca. La situación es muy difícil y conseguir un trabajo bien pago es muy complicado, por eso tengo que cobrar poco. Si cobro lo que debería, me quedo sin clientes.
Al hacer clic en «Ejecutar», todo eso empieza a pasar. Si corre el código una y otra vez, se acostumbra a que esa sea la programación normal y a que su cuerpo reaccione de la manera en que lo ha hecho por años. El efecto placebo también podría, creo yo, derivarse de allí… pero, insisto, esa es tan solo una suposición propia que no tiene base científica. Así es como yo lo veo:
¿De dónde vienen estas creencias?
Por lo general, nuestros programas vienen con virus incluidos. La línea de código tiene un problema esencial: hay partes de ella que fueron escritas desde el miedo; no desde el amor. Por ejemplo, «Los chocolates son deliciosos» es una expresión que viene desde el amor por el chocolate. Sin embargo, la expresión «pero hacen que se me brote la cara» viene desde el miedo a ser percibido por los demás y por nosotros mismos de una manera negativa. «La situación es muy difícil» viene desde el miedo que nos infunden otros (algunos medios de comunicación y algunos familiares que nos quieren proteger del fracaso)… Y todas las demás afirmaciones implican que el virus se está esparciendo.
Una posible forma de reparar el código es reconociendo cuándo se ejecuta y cambiándolo por algo así:
Los chocolates son deliciosos y los disfruto. Es normal tener una pareja que me quiera. Es normal que la gente me quiera y me ame porque trato de mejorar cada día. Sé que si cobro lo justo, puedo exigirme más calidad y estar orgulloso(a) de mi labor. Integro las lecciones de paciencia y perseverancia desde el amor.
¿Pero cómo modificar el código?
Para explicar la conducta humana, solo podemos pensar en dos posibilidades: algo es innato o es aprendido. En este caso, creo que cualquier psicoanalista le diría que muchas de las conductas aprendidas vienen de nuestra niñez, nuestra relación con padres y ancestros, o la ausencia de los mismos. Entonces, la mejor manera de ir, poco a poco, limpiando el sistema es «devolverle» mentalmente o por medio de una carta sin enviar a cada cual lo que le corresponde. Por ejemplo:
Querido papá: te amo mucho porque me has enseñado «a»,»b» y «c». Quiero devolverte la creencia de que la situación está muy difícil y de que no voy a conseguir nada digno de mí. En adelante, cuando tenga una situación similar, recordaré que soy talentosa en lo que hago y merezco una remuneración justa, por la cual estoy ya agradecida».
Y si eso no funciona, recordaré que hay tipos muy pendejos que llegaron a ser presidentes, incluso diciendo cosas como «los millones y las millonas». ¡Juas! Pero ahora sí, en serio, si el código interno que tenemos explica todo en nuestra vida —incluyendo situaciones de salud, nuestra idea de éxito y nuestras preferencias en cuanto a alimentación—, ¿nuestra pareja futura (o la ausencia de ella) no sería un resultado de lo que pensamos hoy y de cómo alimentamos una idea durante años? Posiblemente. ¿Es acaso un virus que empezó como «Él o ella no se va a fijar en mí» (no me lo merezco) y luego mutó a «Ya no existen hombres o mujeres buenos(as)»?
Ejemplo de programación del tipo: «Es que siempre me enamoro de la persona equivocada». Si sigues pensando así, tendrás razón.
Ahí les boto el dato y me retiro lentamente a comer chocolate oscuro y tener sexo, digo, tomarme una copita de vino. Si vio el video, me entenderá.
Enamórate de ti, para que no descargues tu carencia de amor, tu desvalorización y tu necesidad de reconocimiento en otra persona que también se encuentra llena de miedos e inseguridades.
Enamórate de ti, para que no confundas el amor con el control y terminen por asfixiarte.
Valórate para que, por ley de correspondencia, te llegue un igual.
Enamórate del que no promete nada, no escribe versos y te dedica canciones para alimentar tu ego, pero siempre está en el momento justo, para abrazarte y aprender juntos de los errores.
Enamórate del que, en silencio y sin mucho escándalo, te acompaña en tu caminar y sostiene tu mano incondicionalmente.
Enamórate del que te deja ser tú, te deja volar y soñar y, sin necesidad de ser igual a ti, comparte tu locura.
Normalmente, el tipo de amor del que habla este mensaje es superficial, asfixiante y agotador, para mi gusto —aclaro, para mi gusto— y, en lo que he podido observar en mis cortos cincuenta años, las personas que hacen esto esperan que hagas lo mismo y si no lo haces, te reclaman y te dicen que te lo dan todo… pero este «todo» termina siendo nada, porque se convierten en controladores desesperantes: es más lo que dramatizan que lo que actúan.
Conviértete en una excelente opción de pareja, para que recibas lo mismo y tengas la claridad de hacer la diferencia entre una relación de amor y una danza de egos.
Si lo que está buscando es un plan diferente al restaurante de siempre o al cine usual, esta es su alternativa de sitios en Bogotá. ¿Cuáles nos recomienda en su ciudad?
Ah, la primera cita.
Uno espera que todo sea perfecto, pero a veces se queda sin ideas… Por eso les traigo tres sitios muy buenos… y recomendaciones, sacadas de una película frívola para adolescentes, pero que funcionan.
Es una mezcla entre galería de arte, restaurante y sitio para tomarse alguito. Tiene varios ambientes. Además de las mesas normales, hay uno con arena y otro más bohemio para sentarse en el suelo. Les recomiendo visitarlo, pues las fotos de su Fanpage de Facebook no le hacen justicia, es más agradable en vivo.
No solo es un hermoso lugar, físicamente hablando, sino que el plan es perfecto porque tiene un bar y usted puede tomarse algo con esa persona especial. Yo, por lo general, no recomiendo que la primera cita sea en un cine únicamente, pues la idea del primer encuentro es conocerse… y para conocerse se necesita hablar. Por eso, si van a ir a cine, prepárense para continuar la cita o comenzarla antes de la película. Este lugar es perfecto para hacerlo. Además, las películas que allí se proyectan no son siempre comerciales, lo que le permitirá cambiar un poco la rutina.
Un consejo: procure ver el tráiler de la película o al menos saber de qué género es… queremos que pase un rato divertido, no que se depriman con películas demasiado deprimentes.