Un chisme para reflexionar sobre las ideas que un día se nos convierten en «verdades» o pajazos mentales.
Dicen que detrás de la letra de la canción Momposina de José Barros se esconde en realidad, en vez de un cuento de dos, la historia de un triángulo amoroso no correspondido.
#Chisme #EstoSePusoBueno
Chachachánnn… Música de suspenso… Resulta que la muchacha vivía en tremenda casa, pero tremenda… con vista al río Magdalena y todo. Y los dos manes que la pretendían eran básicamente un par de arrancados. Por la canción, se sospecha que uno de ellos era jardinero y el otro, José Barros. Esa es, al menos, la versión que cuenta el guía cuando uno visita Mompox.
—Con tremenda casa, ¿creen ustedes que ella iba a pararle bolas a esos manes? —decía el guía.
Las versiones cambian ligeramente, es parte de la magia del caribe, del hot south, de nuestra esencia latina. Si les interesa saber la versión de José Barros narrada por el periodista José Navia (que si no estoy mal fue profe mío hace chochomil años. Asumo que será él, pero tampoco estoy segura), aquí se las dejo.
El cuento viene a que es fácil romantizar cualquier cosa —he aquí una experta—, incluso una asunto que nunca ocurrió o que, si ocurrió, no fue el gran suceso, pueden dar para un cuentazo, para una canción y para cuanto pajazo mental queramos.
Otra cosa: ¿Quién dijo que las mujeres elegimos pareja por la plata que tenga el man?
Me pregunto si José Barros pensó que el jardinero tenía más posibilidades por ser del municipio de El Banco (Magdalena), es decir, quizás más acomodado por ser más «citadino» (lo de Banco y banco no tiene nada qué ver, tal vez una linda coincidencia). Y así es como empiezan las creencias falsas: «Es que como tiene plata, ella a lo mejor lo prefiere a él».
¿¿¿Las mujeres de verdad preferimos a un man con plata???
Yo no niego que la estabilidad es una cosa sexy, pero de ahí a que la plata sea lo único que una mujer le mira a un man mmm… discutible. De hecho, tal vez en una época esa narrativa tenía algo de verdad, porque las mujeres no podíamos ni tener una cuenta bancaria propia sin la firma de un hombre, un hermano, una pareja…
¿Ahora? Aún hay que luchar contra el patriarcado, pero somos más las que podemos construir nuestra propia estabilidad. Sí. Aún hay mucho camino por recorrer y mucha tela qué cortar. Y sí. Hay muchas excepciones y también hay personas interesadas… ¿Pero eso cuánto puede durar? ¿Cuánto puede aguantar una persona aburrida con otra? Yo creo que se invierte la misma energía en hacerse miserable y hacer miserable a los demás, que en hacerse feliz y contagiar de esa felicidad a quienes nos rodean. ¿O ustedes qué opinan? ¿Team José Barros o Team Momposina?
A menudo nos encontramos en encrucijadas, por eso te dejo este texto sobre esos momentos en que necesitamos luz.
Esta mañana me desperté pensando en una canción que le gusta a mi mamá y que cantaba todo el tiempo cuando yo era niña. Aún lo hace.
Cuentan que hubo un pescador barquero que pescaba de noche…
en el río
Esta mañana el recuerdo no tenía mucho sentido para mí. Y de hecho estaba buscando un tema para escribir y no se me ocurría nada.
Que una vez con su red, pescó un lucero y feliz lo llevó, y feliz lo llevó a su bohío.
Aún puedo oírla hablándome de José A. Morales, el compositor, y cantando embelesada:
Que desde entonces se iluminó el bohío Porque tenía con él a su lucero Que no quiso volver más por el río Desde esa noche, el pescador barquero
Hasta esta mañana la canción hablaba de los celos.
Y dicen que de pronto se oscureció el bohío Y sin vida encontraron al barquero
Porque de celos se desbordó aquel río…
Ya no.
Entró al bohio y se robó el lucero
Tampoco habla de la fuerza de la naturaleza ni de la posesividad, ni de un hombre que le «arrebata» la mujer a otro.
O bueno, en parte sí, pero es más poderoso lo que hoy extraigo de la letra: La vida siempre encontrará la forma de poner las cosas en su lugar. Si estás huyendo de tus responsabilidades, te lo hará saber. Si estás tomando lo que por destino no te corresponde, te lo hará saber.
A menudo nos encontramos en encrucijadas y pensamos que debemos definir nuestra identidad y nuestro rumbo ya. A veces sentimos la presión de tener que saber quiénes somos y para dónde vamos. No hay norte. No hay guía. El resto del planeta parece tenerlo tan claro, el resto del mundo sabe qué quiere, menos nosotros. Espejismos.
He aquí una brújula: Lo que fluye da calma, lo que irrumpe refresca… Una gota en el momento preciso tiene el poder de cambiar el curso de las cosas. Por eso, mientras encuentras tu voz, le subes el volumen o te conviertes en el río, permíteme susurrarte nuevamente:
Entró al bohío y se robó el lucero.
PS: Ojo a esta mujer cantando esta versión tan linda. Obvio es un estilo muy distinto al de la original de Silva y Villalba, pero mis respetos:
Porque ustedes lo pidieron… la segunda parte del chisme.
Mis múltiples ocupaciones —léase la tesis que tengo que entregar sí o sí en ocho días— no me habían permitido ponerme al día con el chisme. No obstante, a todo se le saca tiempo en la vida… especialmente al cotilleo. Esta es mi pausa activa. Prioridades, gente. Por eso, queridis sobrinis, aquí va el recuento de la historia de esta amiga, a la que llamaremos Cami, la misma que quería subir a Monserrate para estar 2600 metros más cerca de las estrellas.
Por fin me pudo contar los detalles de su historia, así que reproduciré mis notas mentales aquí para el beneficio de todas las demás:
1. El tipo no había salido de la nada como yo pensé. No lo conoció en un gimnasio y no hubo nadie que le propusiera a nadie salir.
¿Cómo así?
Pues eso pasa cuando le das mal el prompt a tu tía ClaraGPT. Si no me das contexto, mi algoritmo va a rellenar con información basura y te va entregar un pésimo consejo.
2. Lo conoció en una de esas apps móviles.
Ahí ya empezamos mal. No es nada en contra de las apps, prometo explicar mi lógica después.
3. Ella fue la que propuso el plan.
Oook…
A ver. Vamos de nuevo: Camila ve a un muchacho que le parece lindo en una app. En primer lugar, no sabemos por qué le dio por abrir la app, pero asumamos que estaba especialmente social ese día y quería hacer algún plan. Ok. Luego le manda la ¿solicitud? (Tu tía Clara no sabe cómo funcionan ahora esas cosas ahora, así que omitamos ese detalle). Acto seguido, Cami se dice mentalmente «Naj, no me va a agregar porque está muy bueno y todas le deben caer». Ajá. Shhh. Quietos ahí que todos estamos viendo lo mismo, pero no le digamos aún.
Hacen match o como se diga ahora.
Empiezan a hablar.
Me faltan datos sobre quién le habló a quién y esas pequeñeces, pero dado que no se conocen, me parecen irrelevantes.
Listo. El tipo resulta ser un extranjero que lleva en Bogotá más de dos meses. Le vamos a poner Gary. Y qué cosas, Garito no ha ido a Monserrate (¿¿¿En todo este tiempo???). Ergo, ella propone el plan.
¿Le dicen o le digo?
Bueno. Sigamos.
Démosle el beneficio de la duda e imaginémonos que es que el man no ha subido aún a pie… o lo que sea.
Pasan a hablarse por WhatsApp y cuadran los detalles de la cita.
Ahí es cuando Cami se paniquea y entiende que el plan propuesto tiene fallas.
En algún momento, no sé si antes o después de haberme contado el chisme a mí, ¡paf! El man le dice a Cami que no, que gracias, pero que cambien el plan porque está muy temprano. El man ni ha empezado a jugar y yo ya le saqué una amarilla.
Y ahí es cuando a Cami se le empieza a bajar la batería social y ya los mensajitos empiezan a disminuir de lado y lado, y esta semana básicamente ya le dio pereza el man y lo borró.
Así que aquí va mi análisis del partido con goles, repeticiones y tarjetas amarillas:
¿Vieron que mi amiga empezó con poca confianza desde el camerino o como se llame en fútbol? Así no se puede, equipo.
Hay personas que requieren una conexión emocional, una razón, un motivo, un empujoncito extra para decir «Sí, vamos a ir a una cita con XYZ, vamos a jugar estos 90 minutos». En mi caso particular, el hecho de que un man sea «bonito» no hace que me quiera parar de la cama, arreglarme (con todo lo que eso implica) aguantarme algún trancón y sacar plata (no me importa si el man tiene presupuestado pagar, yo llevo mi plata sí o sí). Simplemente no es suficiente. El man tiene que haberme dado parla antes para que mi cerebro quiera generar dopamina o lo que sea que genere y saber que el rato divertido es más importante que quedarme en mi camita viendo series… Aclaro que no es la responsabilidad única del man hablarme o generarme esa sensación, es algo que se da naturalmente en la conversación. Nadie ama lo que no conoce. Así de simple. No te puedes entusiasmar solo con unos ojos bonitos. O al menos yo no funciono así. Necesito un pre. En resumen: de nada sirve tener a James en el equipo si no pones a calentar primero.
Gracias a Dios por el instinto. De alguna manera, tu falta de entusiasmo te salvó. Uno a veces no confía en su tripa, pero la tripa siempre sabe. Si no te sientes al 80 % mínimo para ir a una cita, mmm… Ni vayas porque ni la vas a pasar bien tú, ni le vas a hacer pasar un buen momento a la otra persona. O ve y mentalmente toma la decisión de ir sabiendo que no estás en tu mejor momento y da lo que puedas. Es decir, sé consciente de tu decisión, sea cual sea… Igualito que cuando dices «Pues pa’ eso trabajo»: todos sabemos que lo que sigue después de eso es una compra pendeja… pendeja, pero consciente.
Pérdida por W. ¿Qué más puedo decir?
Rueda de prensa. Palabras de la profe: «Las muchachas dieron lo mejor de sí. Desafortunadamente en esta ocasión no se nos dio, las oportunidades de gol estuvieron muy cerca, pero seguiremos entrenando y la gloria es para Dios»😂. En otras palabras, lo importante es que creo que Cami aprendió que su autoestima no puede depender de un man (y estaba lindo, pero no era así que uno dijera «Ush, papasito, colonízame», pues no). Además, uno en el fondo quiere un man que si tiene que levantarse a ir a una pinche montaña por uno, vaya. ¿Por qué? ¿Será que la tía Clara quiere un man que no existe? No. Existen los manes que lo darían todo por ti, pero tienen que conocerte primero (y por conocerte no quiero decir ver tus fotos). Para que alguien muera realmente por ti, tiene que sentir que vale la pena morir por ti. ¡Crijto bendito!
Lo digo porque las relaciones no son fáciles. La gente se enferma, le dan mocos, se tira pedos, le toca pagar la declaración de renta… escoje una pareja con la que subir a Monserrate a las 7 de la mañana sea un paseo comparado con las cosas a las que realmente te enfrentarías en el día a día. Escoge una pareja con la que la aventura de ir a la tienda a comprar el pan y la leche sea incluso divertido. No siempre lo será, pero al menos 8 de cada 10 veces sí. Después de todo, las mozas no cuidan gripas.
El consultorio de la tía Clara siempre está abierto para las preguntas más importantes de la vida… y para las bobadas también.
La conversación fue más o menos así: —Tía Clara, necesito un consejo. Voy a ir a Monserrate con un sujeto y siento que si subimos las escaleras se va a morir y yo voy a llegar refea. ¿Es muy grave la subida?
Adivinen qué fue lo primero que pensé.
Efectivamente: esto es material para un post.
Así que aquí van los consejos no solicitados para una primera cita.
Si el man ya le pidió salir, no creo que usted le parezca fea.
De hecho, mi amiga es particularmente bonita. Y no bonita de «Ay, lo digo porque es mi amiga». Parce, es el tipo de vieja que los manes dicen «Mk, está linda, pase el Instagram». No es ese tipo de linda que uno de vieja dice «Ay, es bonita» y que los manes dicen «Meh». No. Es el tipo de vieja que nunca está soltera porque dura cinco minutos soltera y de una llega el chulo que ha estado haciendo fila desde hace rato.
PEEERO, como todas las mujeres bonitas y buena gente, tiene sus inseguridades. Así que la tía Clara, que también tiene muchas inseguridades pero que sabe lo que es levantarse a un man sudada, despeinada y con los respectivos olores que puede causar una clase de salsa, tiene algo que decirte:
Amiga: mientras haya tetas, el sudor y el despeine se vuelven secundarios.
2. El man no se va a infartar. ¿Tú de verdad crees que propuso un plan que lo haga ver como un perdedor?
Y si es así… Ese no es tu problema.
El 99 % de los manes, a menos que sea un tonto del culo, no te van a proponer un plan que los haga ver mal. ¿Por qué? Pues porque rara vez van a mostrar su fragilidad en la primera cita. Apuesto que lo conociste en el gimnasio, querida… Y lo que el man quiere es mostrar su estado físico. Si es así, pues diviértete, conócelo, mira el man qué pitos… pero eso tal vez te hable de las inseguridades del man. Y bueno, recuerda que la tía Clara también se puede equivocar, así que mejor que seas tú la que me des o no la razón.
3. ¿Es muy grave la subida? No sé. La última vez que subí a Monserrate a pie fue en el año de… * Hiperventila de solo pensarlo *… Ah, ¡Mira! ¡Donas! Si comes donas, la bajada va a ser más fácil. Mentiras.
4. De nuevo… ¿Quién habrá propuesto el plan?
La última vez que subí con un novio a Monserrate me terminó en tres días. (Aquí entre nos, yo creo que el man no sabía cómo terminarme y eso fue lo único que se le ocurrió 🤦🏽♀️)
5. ¿Dónde quedó el plan tradicional y conservador de ir a cine y luego a tomarse algo? ¿Estoy pasada de moda?¿Qué sigue? ¿Invitaciones a subir una montaña a las 6 de la mañana y desayuno vegano?
Obvio sí. ¿Por qué tomar consejos de una treintona sexy que por ratosaún es insegura y no ha ligado hace más de 9 años? ¡Pues fácil! Porque hay algo que enloquece a los manes, no importa la edad que tengas o si incluso vas a casarte… y te compartiré este secreto, amiga, solo para que no se vaya conmigo a la tumba.
El secreto es…
[Pausa dramática]
Ah, pero antes te voy a decir todo lo que no es.
No es seguir un manual.
No es pensar que hay fórmulas mágicas
No es hacer lo que dicen tus amigas (que están igual o más perdidas que tú)
No es hacer lo que dicen las revistas (yo siempre pensé que iba a trabajar en Cosmopolitan o en la revista Tú, pero ya ven…)
No es hacerse la difícil ni la interesante (ya eres interesante, otra cosa es que la otra persona quiera descubrirlo y, si no, pues toma tu ticket y al final de la fila).
Lo único que me ha funcionado es ser auténtica, hacer tus propias reglas y saber cuándo romperlas. Ah, y mover el culo. Mover el culo es básico. Aprende a moverte con gracia, amiga. Eso sí, de nada sirve mover el funkete si uno no es auténtico. Una vez alguien me dijo que dejara de ser como Tribilín, porque eso no era sexy. Y no, no lo es… pero también es parte de mi esencia hacer chistes bobos y tener un lado naïve. Así que lo que hice fue no mostrarlo de primerazo, pero tampoco negarlo. De hecho, no soy la mujer más chistosa de la tierra y, sin embargo, doy fe de que hay dos hombres que se rien de mis chistes de papá: mi primo y mi novio… así que para todo hay público, para todo hay cliente.
Si a un sujeto en cuestión no le gusta ese lado frívolo, pues no merece conocer el lado interesante o el mejor lado que tengas. No se trata de mentirle ni de mentirte a ti misma, porque tarde o temprano el castillo de naipes se va a caer. Se trata de divertirte mostrando quién eres poco a poco y permitiendo que la otra persona lo descubra. En algún punto o les gustará a ambos lo que ven («Esto es lo que hay«) o definitivamente alguien se desilusionará y cuanto más pronto mejor para no perder tiempo («Donde no puedas amar no te demores»).
Nuevamente, abogo por las muestras de vulnerabilidad. Sin embargo, en nuestra cultura, es poco probable que las personas se muestren tal y como son, o que revelen sus vulnerabilidades porque sienten que eso es ser débil… así que a veces toca ir con cuidado para no espantar a la gente que no está preparada para la awesomeness (porque el que no ha visto a Dios cuando lo ve se asusta)… y ya verás que después de los 30 te vale: eres una chimba y no te da pena mostrar que lo eres. Que huyan solitos los que se les arruga.
Si pudieran conversar con esa persona que ustedes creen que tiene todas las respuestas, ¿qué le preguntarían?
La base narrativa de todos los buenos libros, al menos en el mundo occidental, es siempre la misma: alguien vive en un mundo y un día, de la nada, recibe una «invitación» para visitar otro.
Siempre es lo mismo. ¿Blancanieves?
Sí. Vive en un castillo relativamente feliz, hasta que un día su madrastra la manda matar y termina en una casa limpiando la casa de unos sujetos que, probablemente, aún sean vírgenes.
¿Drácula?
Un mancito tiene una novia y su vida es relativamente tranquila, hasta que le da por dejarla e irse a un viaje de negocios dizque a visitar un cliente. El cliente resulta ser un loco obsesionado con la sangre que además ahora le quiere gusanear a la novia. ¿Quién lo manda irse por allá?
¿La vorágine? Un man se mete en la selva, le pasan mil cosas y, #SpoilerAlert, de allá no sale. Otra vez: ¿Quién hps lo mandó a irse por allá?
Y así con todas las obras literarias y películas que alguna vez han valido la pena… o bueno, independientemente de la calidad, casi con cualquier peli de Hollywood.
Siempre detrás de toda narración hay un cambio de estado… ya sea físico o mental, el protagonista cambia o algo en su manera de ver el mundo cambia. Por eso es que nos gustan tanto las historias de amor: porque quizás no hay nada más transformador.
El enamoramiento tiene la capacidad de hacernos ver el mundo como envuelto en una atmósfera rosa o puede convertir el día más soleado en un momento gris. El amor, al contrario, cuando es verdadero, nos ayuda a ver las cosas con más claridad.
Anaïs Nin decía que no vemos las cosas como son sino como somos.
Ay, Dios. Si ustedes me conocen, saben que estoy obsesionada con Anaïs Nin.
Lo estoy porque, de vez en cuando, cada cierto tiempo, tal vez una vez por década, tal vez una vez por siglo, aparecen estrellas fugaces, seres que parecen haberlo entendido todo, personas adelantadas a su tiempo. Para mí, eso es lo que significó haberme acercado un poquito a Anaïs en mis años mozos.
Y a veces me miro al espejo y me pregunto si pudiera conversar con ella, tomarme un tinto y sonreírle, ¿qué diría ella de lo que pasa por mi cabeza? ¿Qué me diría la tía Anaïs? ¿Les diría algo de lo que yo les digo a mis sobrinas en este blog o se reiría del sinsentido que tiene definir y redefinir el amor una y otra vez?
—No me quedé con él porque sabía que me hundiría, porque me pudo más lo que tenía con Hugo, porque sería incapaz de hacerle daño. Henry era como un veneno dulce que sabes que olerás una vez en la vida, pero más de dos gotas son letales.
—La diferencia es que el veneno no se destruye a sí mismo.
—Exacto. En el fondo, Henry solo conocía el sufrimiento. No podía dejar que me arrastrara con él.
—¿Crees que una persona que solo conoce el mundo del sufrimiento está condenada a vivir allí?
—No está condenada, pero lo pensará dos veces para emprender el viaje del héroe y buscar un mundo de mayor felicidad. Hará todo lo posible para que los demás emprendan el viaje hacia su mundo.
—Eso en mi época se llama ser tóxico.
—Eso en mi época se llamaba ser bohemio e incomprendido.
—¿Te arrepientes?
—Pas du tout. Je ne regrette rien. Lo amé hasta el último segundo de mi vida. Lo he seguido amando en otras vidas… pero aprendí a amarlo de lejos.
—¿Algo para cerrar esta entrevista mental que nunca sucederá? ¿Algún mensaje para mis sobrinas y sobrinos y sobrines que te leen? (o sea, nadie, porque nadie lee este blog salvo mi mamá y mi sobrinita política).
—Sí. «Cualquier forma de amor que encuentres, vívelo». PS: Yo no me inventé lo del viaje del héroe; de hecho, es más viejo que la panela. Si no me creen, busquen en Google El héroe de las mil caras o miren esta imagen (robada, obvio). A lo mejor les sirve para evaluar su vida como si fuera una película y preguntarse: ¿Qué historia me cuento a diario? ¿En qué narrativa vivo? (Comedia, espero).
«¿A las mujeres quién las entiende?» No se preocupe por entendernos, ni nosotras muchas veces nos entendemos… sin embargo, aquí dejo unas pistas para empatizar con nosotras mismas.
Hay una combinación explosiva que convierte a esta pacífica mujer en un demonio indeseable: hambre y sueño. O bueno, hambre y frío… o la triada del infierno: hambre, sueño y frío.
Así que he tenido que aprender dos cosas que quiero compartirles hoy, queridas sobrinas (y sobrinos y sobrines y sobrinis y todo lo que se os ocurra, que aquí no se discrimina, aquí se odia a todo el mundo por igual jajajajaja, mentiras).
Aprende a identificar tus pinches necesidades, amiga, y ¡COMUNÍCALAS! ¡COMUNÍCALAS!
No eres la sirenita que cuidado va y le escribe en un papel al príncipe «Hay una bruja mala que no me deja hablar y hará lo posible por separarnos, puedes elegir creerme o no, pero conste que te lo advertí. PS: Es mi tía».
Volvamos al cuento inicial: Este es un mensaje para mi yo de hace diez años, básicamente; y a veces, aún, para mi yo actual.
Verán, por esa época yo pensaba que la gente tenía un lector de mentes y que era su responsabilidad adivinar cómo me estaba sintiendo y que, si no lo hacían, de alguna manera, era falta de preocupación por mí. Entonces, si me ponía de mal genio, la otra persona tenía que saber por qué era.
Puedo culpar a mis padres porque casi siempre sabían qué era lo que yo necesitaba antes de que yo misma lo supiera, pero no lo haré (¿Además qué clase de culpa sería culparlos por hacerlo todo bien?). Todita la responsabilidad es mía porque en esa época no había curso de gestión de emociones y nadie conocía a la doctora Brené Brown (vean el video de la doc: que solo dura tres minutos y así quizás me entiendan mejor. Los enlaces que yo dejo no son de adorno 😜).
Y sí, el poema de Frida Khalo también sirve para no pasar la delgada línea entre mendigar amor y que te lean la mente pero, de por Dios, es uno quien tiene que identificar primero qué quiere. Y a veces, es tan tan taaan difícil saber qué es eso que anhelamos.
Entonces a mí, particularmente, me toca empezar por identificar todo lo que no quiero. Sé que no es una perspectiva muy positiva, pero me funciona porque me permite ir hacia adentro, vomitar mis pensamientos en el papel y luego tachar todo lo que no quiero para reescribirlos con calma y entender lo que sí estoy necesitando y lo que quiero (dos cosas que, no siempre coinciden). En ocasiones es fácil, porque el cuerpo lo pide o el estómago gruñe, pero la mayoría de las veces me cuesta identificar cuál es la necesidad de mi niña interior para que la adulta pueda proveerla de lo que ella le está pidiendo… y toca escribir.
Supongo que hay otras maneras. Puede ser que alguien ya tenga su ruta neuronal tan bien enseñada que le fluya de manera natural, pero yo tengo que poner en palabras mis sentimientos, tengo que nombrarlos, tengo que clasificarlos… tengo que saber si se trata de una necesidad básica (fisiológica, quizás) o de un sentimiento. ¡Y me da rabia porque me quita tiempo ponerme a hacer el ejercicio a cada ratico! O sea, o vivo o reflexiono todo el tiempo, y así no se puede.
—¿Clari, pero y por qué te cuesta tanto cocinar?
—Porque implica medir, tener paciencia, ponerle cuidado a los tiempos, dejar el temor de que se riegue, de que quede muy salado, de que quede poco salado, de decirme a mí misma que fracasaré, exponer mi necesidad estúpida de validación externa… ah, y limpiar o agregar una cosa más a la lista invisible de tareas, así la gente diga que «El que cocina no lava».
—Porque sé que todo lo anterior valdrá la pena, además el placer estético de hacer una casita de chocolate me puede más… y porque el derretir el chocolate no toma más de 30 segundos.
Recuerdo que una vez le conté a una amiga que a veces me quedaba metida en el computador y que ni siquiera tomaba pausas para desayunar. Fue como:
—Clari, los temas que tienen que ver con nutrición representan, un poco, a nuestra madre… es decir, a que seamos nuestras propias madres y seamos capaces de cubrir las necesidades básicas (alimentación, sueño, alimento, etcétera) que la niña interior te está pidiendo.
¡Pum! Baldado de agua fría. #BofetadaMental
Básicamente vivo ignorando a esa chinita y diciéndole (sin decirle) que todo lo que me pide es una pendejada, que el trabajo es más importante o que cualquier cosa es más importante que ella.
Y por eso, cuando alguien no lee mi mente, mi niña interior se enoja porque nadie le pone cuidado, ni la persona que vive con ella en el mismo cuerpo, ni la persona que está al frente. ¿Les ha pasado?
Así que esto es lo que aprendí: ya sabiendo que el hambre me puede, lo aviso con anterioridad a mis amigos cercanos. Eso no quiere decir que los vaya a responsabilizar de mí y entonces sean ellos los que tengan que pararse y alimentarme, pero al menos si un día me da hambre y me ven con cara de ogro, al menos tal vez me pregunten «¿Tienes hambre?» (a veces los amigos de uno tienen la capacidad de ver cosas de uno que ni uno mismo ha notado) y entonces yo caiga en la cuenta y me busque una empanada o algo. Eso o cargar maní entre la cartera.
Mi punto es: Primero me encargaré yo de que la niña no tenga que llegar al extremo de llorar para atender su necesidad. Segundo: si alguien más la escucha, que sepa que no es personal y que tal vez, taaal vez, pueda hacer las preguntas correctas. Y tercero, ya vengo que me voy a hacer un desayunito.
¿Han visto que siempre hay un personaje en los realities que dice la típica «Yo no vine a hacer amigos»?
Bueno. Juré que esa iba a ser yo.
¿Han visto que siempre hay un personaje en los realities que dice la típica «Yo no vine a hacer amigos»?
Bueno. Juré que esa iba a ser yo cuando cambié de trabajo.
«Tus amigos del trabajo no son tus amigos, son tus compañeros de trabajo».
Pero yo no puedo. Soy todo corazón y eso me hace mal. La última vez que tuve un combito en el trabajo, sentí que eran todo y cuando el trabajo se acabó, se me abrieron las heridas de abandono y sentí nuevamente el peso de la frase «Todos se van, solo te tienes a ti misma». Pérdidas.
Y entonces últimamente solo siento réplicas. Siento que me vuelven a pasar cosas que ya me habían pasado y no me importa. Siento dolores inevitables por perder aquello que sé que no me pertenece. A veces viene una persona extraña, que no conoces de nada, con la que ni has hablado más de dos minutos… ¡y paf! Te mira a los ojos y te recuerda que vas a causar dolor. Las miradas no mienten, el cuerpo tampoco.
Tiembla.
Algunas personas quedan inevitablemente en aquel rincón de lo que nunca será.
Tiembla.
Ese instante en el que pudiste decir algo y no lo dijiste.
Vamos de paseo a Tausa con mis amigas del actual trabajo. No me importa. Las consideraré mis amigas. Ser vulnerable no es un pecado.
Tiembla.
Ese «Voy a contactar a…», pero mejor no. Eso es lo que me tiene jodida. Saber con anticipación que algo va a salir mal y que es por mi culpa. Pinche culpa y tú al lado. En realidad a veces uno sabe que las cosas se solucionarían con una llamada o un mensaje de texto, pero no. El 99 % de mis problemas me los armo solita en mi cabeza y no salen de ahí. He tenido la oportunidad de hablar con gente que podría hacerme millonaria, pero como soy estúpida no soy capaz de hablar, de llamar, de mandar un mensaje. He podido reparar o construir relaciones, pero el orgullo me puede. No hay manera de vivir con tantos «He podido» y la verdad me he cohibido porque sospecho que la línea que separa la cobardía de la prudencia es muy delgada. Y también porque tengo un miedo gigante al rechazo.
O porque sé que voy a causar un dolor ajeno. Eso me frena más.
Hay dolores que ni todo el Ho’ponopono del mundo puede reparar. No importa cuántas veces usted repita mentalmente «Lo siento, perdón, gracias, te amo», a veces es inevitable causar dolor. Todos somos el malo en el cuento de alguien más.
Siempre pensé que era un bicho raro, que tengo un ruidito y la teja corrida… creo que ahora sé porqué.
Por estos días tengo una obsesión con un libro. Ha sido tanta que cada vez que tengo un ratico libre, me pongo en la tarea. En pocas palabras, siento que encontré el santo grial y por fin entendí porqué soy así.
Por favor, si tiene la oportunidad de leerlo, no lo dude.
Sin más preámbulos, trataré de poner aquí algunos apartados, no sin antes aclarar que los autores son Daniel Z. Lieberman y Michael L. Long y que el libro se llama Dopamina. El subtítulo, quizás, es aún mejor:
¿Cómo una molécula condiciona de quién nos enamoramos, con quién nos acostamos, a quién votamos y qué nos depara el futuro?
¡Hágame el favor! La dopamina es básicamente la clave de todo. A ella le debemos que alguien en algún momento de la historia haya decidido dejar su zona cómoda, irse a aguantar frío y pasar por el estrecho de Bering hasta llegar a este chochal. A ella le debemos que Egan Bernal se haya ganado el Tour de Francia o que muchos de nosotros no podamos dejar una cosa en la lista de tareas sin tachar.
Lejos de ser la molécula del placer, como se pensó en alguna época, la dopamina es la sustancia de la anticipación, de fantasear con alcanzar la meta, de sentir placer con un resultado inesperado. No es ni buena ni mala, simplemente es la prueba de que el cerebro humano es perfecto y trata por todos los medios de regularse y hacer lo que sea para garantizar tu supervivencia.
El objetivo del sistema dopaminérgico es predecir el futuro y, cuando se produce una recompensa inesperada, enviar una señal que dice «Presta atención. Es hora de aprender algo nuevo sobre el mundo».
¿Y entonces cuando has anhelado tanto tanto algo y por fin llega? ¿Qué ocurre? Pues que incluso puedes sentir que te decepcionaste. ¿Por qué? Porque en la fantasía el helado sabía mejor, el vestido que viste en Instagram era más lindo y el beso con el que soñaste todos esos meses iba a ser mucho más intenso. Lo que nos lleva al siguiente punto:
¿Por qué se desvanece el amor? Nuestro cerebro está programado para anhelar lo inesperado y de este modo mirar hacia el futuro.
Si eres muy dopaminérgico, como tienden a serlo los escritores, los artistas y los músicos, la parte más importante del sexo seguramente tiene lugar antes del acto principal. Es la conquista. Cuando un objeto del deseo imaginario se convierte en una persona real, cuando la esperanza se sustituye por posesión, la función de la dopamina llega a su fin. La emoción ha desaparecido y el orgasmo es decepcionante.
Allá ustedes. No me responsabilizo de cualquier parecido con la realidad (juas).
Pero de vuelta a las últimas palabras del penúltimo párrafo citado: ¿Cómo mirar hacia el futuro si la emoción se acaba en algún punto?
Nuevamente: la naturaleza es perfecta y por eso te dio serotonina y otras sustancias que en el libro Lieberman y Long llaman «del aquí y el ahora». En el libro se pone un ejemplo de interacción entre la norepinefrina ―también sustancia del aquí y el ahora (es la misma adrenalina, solo que su nombre es distinto si está en la sangre o en el cerebro, mil disculpas por los términos poco científicos)― y la dopamina. Se cuenta un caso en el que un marinero pierde el control del timón del barco.
Cuando se rompió el mecanismo de dirección, la noreprinefrina empezó a surtir efecto. La emoción del miedo del aquí y ahora abrumó al marinero. Solo quería conseguir escapar de la situación.
Por unos segundos, el marinero desplaza su capacidad dopaminérgica: su cerebro no está para planear, para fantasear con el próximo puerto. Acto seguido, empieza a pensar con «cabeza fría» y ocurre la magia y envía un mensaje de socorro. Dicen los autores:
Sin embargo, el hecho de que pudiera sentir que estaba siendo presa del pánico pero que podía frenarlo indica que su sistema dopaminérgico no se había detenido del todo. Pasados solo unos segundos, la dopamina del control se activó totalmente y él empezó a planear de forma racional.
Uf. Estamos diseñados de la manera más perfecta. Las sustancias del cerebro, cuando están equilibradas, son una herramienta poderosísima. ¿Pero y si no?
Verse privado de los picos naturales de dopamina hacen del mundo un lugar aburrido y dificulta encontrar motivos para levantarse de la cama por las mañanas.
Errrda.
Y aún hay gente que piensa que estar deprimido es «no echarle ganas».
Los científicos pueden hacer que la gente se comporte de forma más conservadora dándoles medicamentos que estimulen la serotonina.
La madre. Yo siempre he querido ser normal, pero como dice una amiga «A la verga», prefiero seguir siendo un pájaro rebelde.
Solo porque hoy es viernes: una historia que te dará risa… o miedo.
Todo comenzó porque hace unas semanas mi amiga mencionó que había conocido un tipo la noche anterior y que no sabía si iba a volverlo a ver.
A partir de allí, el kráken había sido liberado.
Paso 1: ¿Cómo se llama el personaje?
Si usted no tiene el nombre y al menos un apellido, no hay mucho que pueda hacer.
Ella solo tenía el nombre.
Paso 2: ¿Amigos en común?
Después de revisar un par de perfiles, ¡bingo!
Normal. Todo el mundo sabe hacer eso.
Pero esperen. Aquí es donde realmente el cuento se pone interesante. Solo lo comparto por una razón, además he variado un par de detalles porque no me siento orgullosa de ser tan obsesiva 🙈. Conste que lo hago para que ustedes se pongan las pilas y cuiden su información (ajá, siempre la buena samaritana). Seré así de buena papa mientras en español esto no sea un delito (aún) y por eso tal vez lo siga haciendo de vez en cuando (sí, «claaaro»). Por lo pronto, cuídense. Y bueno, yo no digo nada porque tengo muchas cosas públicas que sé que no deberían estarlo, pero pues…
Sigamos: Le digo yo a mi amiga, ¿entonces ya tenemos el apellido del man?
—Fulanito De Tal.
—¿Qué más datos tenemos?
—Mencionó que trabajaba en EntidadDelGobierno.
Uy. Eso fue como haberme dicho que me regalaba un millón de dólares. Mi cerebro, sediento por esos días de dopamina, pedía otro chute. «Más, por favor, mááás…». Amo espiar a gente que no conozco, solo por diversión… Aunque confieso que estoy fuera del juego hace ya bastante tiempo, lo cual me permitió actualizar mis habilidades un poquito.
Paso 3: Vamos a Google. La vieja confiable: comillas en Google … «Fulanito de tal» «EntidadDel Gobierno»
A los cinco minutos yo ya tenía el número de cédula del man, cuánto ganaba y podía calcular más o menos desde hace cuánto trabajaba en la EntidadDelGobierno.
¿Por qué? Pues porque cuando usted estudia o trabaja o tiene algún tipo de vínculo con una universidad o institución del Estado, ya perdió. Sus datos están ahí.
Paso 4: Comillas en Google con la cédula.
Ese es más difícil porque pueden salir números al azar, pero vale la pena intentarlo.
Paso 5: Búsqueda del nombre con comillas e imágenes en todas sus formas posibles:
«Fulanito De Tal»
«Fulanito Tal»
«Fulanito De»
«De Tal, Fulanito»
Y bueno, mi amiga quedó impresionada con el montón de información que encontramos…
—Qué miedo, parce. ¿Se imagina que fuéramos unas locas que quisiéramos saber por dónde vive el man?
—Sí, Clari. Qué miedo.
—Aunque… ¿Quiere saber más o menos qué edad tiene? Página de la Registraduría.
Whaaat?
Paso 6: Búsqueda de registro civil con la cédula.
—Usted no va poder saber el día que nació exactamente, pero sí la notaría en la que el personaje sacó el registro civil cuando chiquito. Así que, si el registro dice 20 de marzo del 1980, usted más o menos calcula que el man nació tal vez en febrero (posiblemente piscis) y que debe tener más o menos 43 años.
—¡Qué miedooo!
—¿Miedo? Venga miramos a ver si encontramos el perfil de Instagram saltando de perfil en perfil asumiendo que tiene más o menos los mismos amigos que tienen en común en el Facebook.
—¡Tarááán! Perfil público.
* Se relame. *
Paso 7: Revisar si lo han etiquetado en alguna foto, revisar el perfil de las personas que más le comentan, revisar el tipo de cuentas que sigue.
—¡Mk, de verdad estamos muy locas!
—¿Quién la manda darme cuerda? Ojo que el man sigue las cuentas de la UniversidadTal, o sea que a lo mejor estudió ahí. No es un hecho, pero podría ser una pista.
—Clari, usted es el FBI, mk.
—No, si fuera el FBI averiguaría dónde vive el man, aunque…
Paso 8: Página de la Registraduría nuevamente: lugar de inscripción de la cédula.
—No me crea tan mk. Uno puede más o menos intuir en dónde podría, potencialmente, vivir el man.
Y bueno, así pasó. Me sentí orgullosa de haber prestado un servicio a la humanidad y me coroné con el máximo título de Doña ingenio soberana de las redes sociales 💅🏽. De haber tenido más pistas, le hubiera conseguido el Spotify, el perfil de YouTube y hasta hubiese averiguado si el man tenía un blog de cuando la gente hacía blogs (juaaa). Todo eso hasta que un par de días después TikTok me mostró el siguiente video y ahora mi reputación quedó reducida a una simple aficionada 😮:
Sobre algunas ideas y personas que solo vivirán en nuestra mente.
A principios de los 2000 yo era muy pendeja. Mucho más tal vez de lo que soy ahora (y tengo mis momentos). Me cantaba unas canciones tristes a todo pulmón [Torn de Natalia Imbruglia] y pensaba que tenía que ir hasta el fondo de mi dolor para entenderme. Creo que ahí empezó una depresión secreta con la que tal vez he cargado durante varios años en silencio. Puede ser depresión, ansiedad, ansiedad social, transtorno por déficit de atención. Aún no lo sé. No sé si quiera saberlo. He sido funcional por tanto tiempo que, a lo mejor no tengo nada y es video mío. A lo mejor solo es melancolía.
Hablando de videos. Volvamos a la pendeja del año 2000. La música era mi mecanismo para sacar todo lo que ni siquiera sabía que estaba ahí. Y entonces empecé a volverme una persona sombría, nada que ver con la Clara que vive muerta de la risa y que se quiere comer al mundo.
Soy una persona con hambre de vida [Hunter de Dido]. No puedo resistir mucho tiempo sin nadar con la corriente. De vez en cuando se me acaba la gasolina de niña bien portada —seguro es ansiedad lo que tengo— y el pájaro rebelde emerge… o el kraken. No puedo estarme quieta. No debo estarme quieta. —Tal vez déficit de atención—Donde hay movimiento hay vida.
El baile me ha salvado siempre. Me ha permitido incomodar a mi familia desde tiempos inmemoriables, me ha ayudado a ver mi verdadera esencia [recordé todo lo libre que era… no puedo conseguir, cambiar ni corregir lo que me corre las venas] y, una que otra vez, mostrarle a contadas personas cómo soy realmente. La escritura también. Pero la escritura me desnuda más y me aleja más de las personas, me expone más, me aterra más. No quiero y al mismo tiempo muero por revelar lo que hay en mi cabeza. Si tan solo se pudiera sin causar dolor…
Parte de las razones por las que este blog estaba quieto era porque ya no había mucho por decir… y porque «¿Quién carajos lee blogs en 2023?». Y de repente pasa algo, algo pequeño, algo estúpido, una mirada, un gesto, un sabor, un consejo, una canción… algo, cualquier cosa, que te hace preguntarte si es el momento de volver al ruedo, de volver a decir cosas incómodas e incomodar al mundo así se te vengan las consecuencias que se te vengan y el agua te dé hasta el cuello.
El problema de incomodar a los demás es que primero se incomoda uno. Sacamos a todas las Claras a cantar en un carro imaginario y van todas gritándose verdades incómodas a lo Alanis [Ironic]. Ese es el problema de mi mente: va a mil haciéndose videos de cómo sería mi vida si… y se me olvida que tengo que vivir esta vida. Y si esta vida se vuelve plana, empiezo a buscar lo platónico para tener una novela en la cual vivir y un drama inexistente en la realidad para poderme alimentar de él y crear.
Tal vez no he crecido tanto como pensé. Tal vez sigo siendo la adolescente, la niñita, la pendeja.
¿A dónde se fue la mujer segura de sí misma que he logrado construir en estos últimos años? Está de vacaciones. Está el reemplazo: un dummie que no sabe hablar con los tipos [Why don’t you and I], que no sabe maquillarse la línea del ojo, que no tiene idea de cómo pagar impuestos y básicamente vive en una fantasía [Escena de He’s just not that into you o de Gossip Girl].
De repente todo tuvo sentido. Las obsesiones, las canciones, los amores del pasado. Todos son la misma persona. Es un historial de rechazos en el que el silencio ajeno se me convierte en obsesión.
Tal vez necesito terapia. Tal vez no. Tal vez solo aceptación. Aceptar que la vida va y que hay lazos que se van a romper inevitablemente, que hay dolores que voy a causar sin que yo quiera, que hay videos que vivirán en mi mente sin hacerse realidad, que todo eso está bien y que forma parte de mi universo narrativo. Tal vez si me lo repito lo suficiente, me crea mi propia mentira.