Así como cuando Santos te da una lección…

Me ocurre, quizás con más frecuencia de la deseada, que me aburro fácilmente cuando no tengo resultados pronto, especialmente en el área laboral.

Digamos que esperar no es una de mis cualidades y a menudo, cuando me encuentro en situaciones en las que las cosas no avanzan, me canso y me voy.

He dejado trabajos, casi de la noche a la mañana, por esa misma causa: «aquí nada sale ya… y si sale, sale mal».

«¿Esto ayuda a alguien, aparte del dueño del aviso? La verdad es que no. Apague y vámonos».

En el trabajo actual estoy contenta, pero digamos que ayer recibí un pequeño recordatorio, para que no se me olvide que lo que hago, por pequeño que sea, puede hacer la diferencia.

El presidente de la República comenzó a hablar. No soy su fan, no me conoce, no lo conozco, no comparto muchas de sus estrategias, pero ayer me dio una lección en la distancia.

Apenas unas horas antes, me habían pedido que revisara unos fragmentos de un documento relacionado con la frontera agrícola, no todo y, por supuesto, no fui la única. Horas después, él lo presentaría como uno de los logros de su gobierno.

Yo no sé si eso sirva en el futuro. No lo sé, porque mi conocimiento frente al tema es limitado. Sin embargo, al mirar la transmisión de su presentación, apareció en la pantalla una foto tomada por uno de mis compañeros. ¡Qué orgullo!

Entonces entendí que lo que uno hace, ya sea barrer la puerta de su casa o dirigir un país, tiene implicaciones, tiene impacto.

Comprendí que, quizás por primera vez, había hecho algo concreto, chiquitito y anónimo, por mi país. ¡Qué alegría y qué bendición!

Estamos, casi siempre y aunque tal vez dudemos, en el lugar correcto.

Cinco preguntas al amor

Ese día, el amor me dejó preguntarle cinco cosas…

Ese día, el amor me dejó preguntarle cinco cosas. Lo miré en el reflejo del espejo empañado y le dije:

—¿Cómo mejoro la relación con mi madre?

—Recuerdo que la escogí.

—¿Cómo mejoro la relación con mi padre?

—Recuerdo que lo escogí.

—¿Cómo mejorar la relación con mi enemigo?

—Recuerdo que no existe. Solo yo decido a qué le doy visibilidad en mi vida; y si le doy atención, le doy poder. Si no lo nombro, no existe… Recuerdo enfocarme en el amor. Nadie puede resistirse al amor. El amor es irresistible y nos rendimos ante él. Amar al enemigo no significa dejarse maltratar. Poner la otra mejilla no es es lo que a veces pensamos que es. Es darle la responsabilidad al otro de sus acciones y tomar responsabilidad por las nuestras. Si él se equivoca, no es mi problema. Es de él. Y si su equivocación aparentemente me toca o me hiere, mi responsabilidad es manifestar mi inconformidad con sus acciones y enfocarme en como dar amor a quien lo valore.

—¿Cómo logras olvidar ese momento horrible que te ocurrió o que te sigue ocurriendo?

Recuerdo que yo escogí el pénsum de mi carrera. Tal vez la materia o el profesor no resultó como pensé que sería. Cero culpas, cero arrepentimientos. Di lo mejor de mí. Ahora, recuerdo que ya pasó, y salí invicta. Y si no ha acabado el dolor, algún día lo hará.

—¿Cómo dar más amor si no hay nadie que lo reciba?

—Merécelo tú misma. Dátelo tú misma. Recíbelo tú misma.

 

 

¿Cómo saber de quién debes enamorarte?

Un bello texto publicado por la terapeuta Gloria Arroyave

Enamórate de ti, para que no descargues tu carencia de amor, tu desvalorización y tu necesidad de reconocimiento en otra persona que también se encuentra llena de miedos e inseguridades.

Enamórate de ti, para que no confundas el amor con el control y terminen por asfixiarte.

Valórate para que, por ley de correspondencia, te llegue un igual.

Enamórate del que no promete nada, no escribe versos y te dedica canciones para alimentar tu ego, pero siempre está en el momento justo, para abrazarte y aprender juntos de los errores.

Enamórate del que, en silencio y sin mucho escándalo, te acompaña en tu caminar y sostiene tu mano incondicionalmente.

Enamórate del que te deja ser tú, te deja volar y soñar y, sin necesidad de ser igual a ti, comparte tu locura.

Normalmente, el tipo de amor del que habla este mensaje es superficial, asfixiante y agotador, para mi gusto —aclaro, para mi gusto— y, en lo que he podido observar en mis cortos cincuenta años, las personas que hacen esto esperan que hagas lo mismo y si no lo haces, te reclaman y te dicen que te lo dan todo… pero este «todo» termina siendo nada, porque se convierten en controladores desesperantes: es más lo que dramatizan que lo que actúan.

Conviértete en una excelente opción de pareja, para que recibas lo mismo y tengas la claridad de hacer la diferencia entre una relación de amor y una danza de egos.

Deja de buscar, comienza a actuar, transfórmate.