8 Reglas de Whatsapp que todo ser humano debería conocer

Si nadie se lo dijo, no es su culpa. Si lo sabe y no lo aplica… me temo que sí.

Al momento de realizar este escrito 59.616.835 personas han descargado Whatsapp Messenger en todo el mundo. Por tanto, las siguientes reglas deberían ser populares. No obstante, y a pesar de que se trata de principios básicos, parecen ser desconocidas aún.

1. Favor
no

escribir
así

Nada más absurdo y poco eficiente. Tengo varios amigos que tienen la horrible costumbre que se muestra en la primera conversación:

Mal
🚫Largo, con rodeos y mil beeps

En vez de…

Bien
✔Correcto: al punto y sin dejar de ser cordial.

 

 

Es un error fatal —tanto en lo virtual como en la vida real— no dejar claro el objetivo de la conversación desde el principio. Sobre todo para entornos laborales, hacer esto es, de alguna manera, no respetar el tiempo del otro y asumir que siempre tiene que estar ahí pegado al chat para nosotros. ¡La otra persona tiene cosas qué hacer!

Si lo que usted quiere es ser cordial e interesarse genuinamente en el otro, pídale una cita y hablen de verdad. Y si quiere una respuesta urgente, use un medio urgente, como el celular o la visita en persona. Parece que la gente últimamente no entiende que lo más lento de contestar es un correo electrónico, luego le sigue el Whatsapp y después vienen las llamadas. La elección del mejor canal de comunicación determinará la rapidez de la respuesta, no es una regla… pero si no me cree, pruebe con señales de humo o palomas mensajeras.

#Offtopic: Nunca le diga “sí” a un tipo que le pide una cita por Whatsapp. ¡Cuidado se gasta un minuto en llamarla! Lo aprendí tarde.

¿Recuerdan esos bellos tiempos en que uno llamaba por teléfono —al fijo, además— y decía:

—Hola, mi Kelly. ¿Cómo estás? Te llamaba para saludarte y pedirte el número de Andrea. Es que se me perdió porque lo tengo anotado en una agenda que se me quedó en la oficina.

—Sí, claro. Es 555-5555. ¿Y qué más? ¿Cómo has estado? ¿Me contaron que te casaste?
—Sí, bla, bla, bla…

Ya sea por cortesía, por respeto al tiempo del otro… o porque el servicio telefónico en algún remoto tiempo se cobraba por minuto, primero uno decía para qué llamaba y después hablaba basura, si es que lo necesitaba. El teléfono era para acortar distancias, no para alargar conversaciones. Y si la conversación daba para rato, uno le decía simplemente a la persona que eso aguantaba contárselo con unos vinos o un café… ¡y se veían!

Todo esto tiene que ver con la función fática del lenguaje. No se deje confundir por la palabra. Esto simplemente significa que los humanos usamos expresiones que no significan nada, solo están ahí para que verifiquemos el canal. Por ejemplo: “¿Aló?”

El problema es que lo que para uno es fático, para otros parece no serlo. Algunas expresiones como “¿Cómo estás?” pueden tomarse literales y la persona puede entender que sí deseamos saber realmente cómo se encuentra y qué tal ha sido su día.

Por desgracia para unos, y salvo en contadas excepciones, Whatsapp no es un medio en el que se requiera verificar el canal, ya que cuenta con el doble chulito azul y ambos participantes saben cuándo sus mensajes han sido vistos. Insisto: si a usted le interesa realmente saber cómo está alguien, utilice un canal más directo en el que pueda ver su expresión o al menos escuchar el tono de su voz, ya que en los chats se pierden elementos suprasegmentales —linda palabra— como el acento, el ritmo, las pausas y la entonación. Y cuando algo que debería estar no está… el cerebro casi siempre termina reemplazándolo. He visto a muchas parejas y amigos pelear porque sus videos mentales van más allá de los mensajes que reciben.

2. No asuma que la persona está en la misma onda que usted
Nos fastidia cuando le hablamos a alguien y está pendiente solo del celular, ¿cierto? Pero cuando soy yo quien envía el mensaje, el otro siempre tiene que estar disponible para mí. No señores. Los otros tienen vida, familia, amigos, un trabajo… Si lo dejan en visto, no asuma SIEMPRE que quieren ignorarlo. A veces uno tiene las manos enjabonadas porque está lavando la loza, pero aparece en línea porque dejó el Whatsapp conectado en el computador. ¿Qué sé yo? Relájese. Después le contestarán. Si ocurre demasiadas veces, el mensaje es claro: sí lo están ignorando, así que retírese con dignidad.

3. Si le cuesta o no le gusta digitar, use una nota de voz

Pero tampoco se exceda con ellas. Úselas cuando necesite que esos elementos suprasegmentales se noten. Nada mejor que un buen chisme contado con la voz… y nada peor que tres notas de voz estilo:

Nota 1: Hola, ¿cómo estás?

Nota 2: Oye, ¿ya sacaste la basura? Antier pasó el carro como a las seis y se me olvidó sacarla.

Nota 3: Entonces era para ver si hoy la sacas tú.

Beep. Aburrido. Cero eficiencia. Además, eso es no pensar en el otro. Hay que recordar que las llamadas de Whatsapp, las fotos, los videos y las notas de voz no son gratuitas en todos los operadores telefónicos, así que no todas las personas las tienen disponibles siempre. Hay quienes tienen que llegar a la casa o a un sitio con wifi para oírlas.

Con respecto a los chistes y los mensajes de humor casi siempre son bienvenidos, siempre y cuando sean oportunos. Eso sí, los videos y las cadenas no le gustan a todo el mundo, pero nadie se atreve a decirlo. Tampoco se sienta mal si no le dan las gracias. Usted no las creó, así que no espere que la gente le agradezca. En conclusión: Ojo con lo que manda, todo en exceso es perjudicial.

4. No mande cadenas grotescas ni fotos desagradables…

Si quiere ayudar a algún niño con una enfermedad, no es necesario que agregue la foto y lo victimice aún más. A veces la palabra escrita es más prudente. Lo que nos lleva al punto 5…

5. No comparta información de la que no esté seguro

¿De verdad alguien puede pensar que la dueña de Whatsapp es una señora con acento chileno o que Bill Gates va a regalar un millón de dólares a quien lea este blog? Hay tanta información en internet, que es difícil distinguir la necesaria de la basura. Así que no comparta nada de lo que no esté seguro. En el caso de los sismos o tragedias, asegúrese de que la información que replique sea confiable y, si de verdad quiere ayudar, póngase en contacto con la persona (asumiendo que sí la conoce) y llévele algo que necesite (comida, ropa, etcétera).

6. Utilice la arroba si es que necesita que una persona le conteste algo en un grupo. De lo contrario, existe el chat privado

De la misma manera que usted no grita en un Transmilenio para que todos oigan la conversación con la persona que tiene al lado, a los demás hay cosas que no nos interesan.

Si el tema de conversación nos compete a todos, pero queremos cerciorarnos de que una persona en particular lea el mensaje, esta es la mejor herramienta. Especialmente, si tenemos los grupos configurados en silencio.

Ejemplo cómo usar los grupos de Whatsapp correctamente
Con la arroba, la tía Frida oirá el beep del mensaje de mi primo (sin perderse en la conversación) y todos veremos su respuesta.

7. Más mensajes de difusión y menos grupos

No es necesario estar creando grupos para todo. Los grupos, bien utilizados son muy útiles, pero lo cierto es que pocos saben usarlos para lo que realmente son y se terminan convirtiendo en un mar de saludos innecesarios, cadenas y muñequitos con mensajes de buenos días. Para evitar armar más grupos de los que ya tiene, aprenda a utilizar los mensajes de difusión y comience a enviar sus mensajes de forma masiva. Como resultado, le responderán solo aquellos que deseen hacerlo y de manera privada. Solo hay que hacer clic en los tres puntitos que abren el menú (al lado de la lupa):

Difusión

Y cuando se desplieguen las opciones, seleccionar la segunda (New broadcast o Nuevo mensaje de difusión):

Difusión2

En resumen, las normas de etiqueta del mundo virtual no difieren del mundo real. Las reglas que utilizamos para la vida diaria deberían ser las mismas para internet. Por eso, aquí les dejo este video para ver a quiénes de estos personajes identifican… y recuerden, son siete años de mal sexo si no comparten este blog jajajajaja (Toca reírse porque no falta el que no entiende el sarcasmo).

Viajes salados: Que no le pase a usted

Un par de historias que me ocurrieron… y una que otra desgracia

Un par de historias que ya me pasaron… para que no le ocurran…

Y si le gusta viajar, le va a encantar una sorpresa que tengo por ahí…

Aquí van las historias:
1. Cuando se me olvidó que no era papá Noel

Las vitrinas estaban repletas de camisetas alusivas a las islas. Por
un instante, casi cedo a la tentación de comprar una prenda para recordar aquel viaje a Bahamas… excepto porque ya casi era hora de regresar al crucero y el calor intenso estaba haciendo de las suyas, así como mi tacaña interna que, sin sospecharlo, me salvaría.

Jamás se me cruzó por la mente que, al poco tiempo de volver a Colombia, la vida me recordaría que, si puedo aplazar una compra o si no es de vida o muerte durante las siguientes 24 horas, es probable que tampoco lo sea después.

Pasadas unas semanas, estaba parada esperando el bus para volver a mi casa. De repente, volteé y ahí estaba, en pleno corazón de Suba Rincón, un barrio popular de Bogotá: la misma camiseta con la bandera de Bahamas…

Parece que, aunque nos neguemos a creerlo, casi todo ahora es hecho en China. Uno se pone a traerle regalos a la gente, y los consigue aquí en San Andresito… y a la mitad de precio. Meh.

De un tiempo para acá, opté por limitar el número de presentes a mis amigos y familia más cercana, y ojalá siempre sea algo de comer típico de la región a la que voy. Nada de artesanías que se rompan y definitivamente adiós a las pendejaditas que terminan arrumadas en cualquier cajón… Y si otro es el que viaja, me ahorro la frase fastidiosa de “Pero me trae algo”, y le pido que se tome una foto en un lugar genial y me la mande. Muy bueno si se acuerdan de uno, pero mejor que no sea porque toque o para quedar bien…

Moraleja: Ni soy Papá Noél, ni horneo galletitas.

2. La vez que por ahorrarme un peso, gaste tres

No siempre la tacaña interna tiene la razón. Una vez decidí tomar el metro de Toronto porque costaba dos dólares y no un taxi de 60 al aeropuerto. Me levanté a las 5 y el vuelo era a las 9. Pensé que tenía suficiente tiempo, pero no se me ocurrió que podría confundirme en un par de estaciones…

Todo bajo control, hasta que perdí el vuelo que me llevaría a la ciudad (léase pueblito canadiense en medio de la nada en el que cierran todo a las 8 de la noche) en donde estudiaría por unos meses. ¿Conclusión? Tuve que pagar 100 dólares y esperarme más de cinco horas para llegar a congelarme el sieso a las 11 de la noche sin tener a dónde llegar ni conocer a nadie. Aplausos.

Moraleja: Como dice mi papá: “Hay ahorros que no son ahorros”.

Y de ñapa: Top 10 de desgracias ajenas y propias

10. Dejar el saco dizque porque uno va a tierra caliente y morirse de frío en el avión.
9. Andar con saco grueso en tierra caliente o con la chancla melgareña y medias.
8. Llevar encargos y terminar emproblemado (desde porcelanas rotas hasta problemas de aduana).
7. Empacar lo que no se debe en el equipaje de mano (botellas grandes de líquidos y geles).
6. Creer que el chikunguña ya no da y llevar a pasear el repelente.
5. Llevar toallas, secadores y “tarrados” de champú a hoteles donde hay.
4. Decir “Yo no me quemo” y terminar con bronceado sabanero y cachetico rojo.
3. Comer de más en los “todo incluido” y terminar con un dolor de panza “cinco estrellas”.
2. Botar las llaves del hotel y tener que pagar una multa innecesaria.
1. Dejar el check-in para lo último y al final darse cuenta de que no hay tinta o Internet.