El instante

¿Estamos en la era digital o en la del garrote?

Todo lo queremos fotografiar. Todo lo queremos registrar. Vamos a un concierto y no cerramos los ojos un segundo para que la música nos transporte. No. Queremos que quede el registro de que estuvimos allí y que lo vivimos.

¿Es esta tendencia nueva? ¿Es acaso culpa de la creciente ola tecnológica que nos bombardea a diario? ¿Es este el narcisismo del siglo XXI?

Tal vez. No obstante, me inclino a pensar que una gran parte de la culpa viene de la necesidad intrínseca de sobrevivir y perdurar. El ser humano desea, secreta o abiertamente, dejar un legado para que otros sepan que estuvo aquí. Se nos olvida que esta experiencia es efímera y que lo que hoy está vigente mañana será un periódico de ayer.

Otra de las causas de esta tendencia es la brecha generacional entre los que nunca lo habían vivido, los que nacieron con ello… y los que vivimos una infancia analógica y una adolescencia digital.

La generación que nunca lo había vivido —la generación de mis padres, tíos y abuelos— se acostumbró a atesorar las veinticuatro fotos del rollo, a no malgastarlas, a no desperdiciar los instantes, a aprovechar el jabón metiéndolo en una media. Nada se desperdiciaba. Es una generación para la que las llamadas eran importantes y se valoraba el tiempo ajeno. Se llamaba para saludar y para pedir favores. La gente iba al punto. Daba pena demorarse… y además costaba.

Mi generación, la del medio, aprendió a tener conversaciones de chat estúpidas del tipo:

—Hola.

—Hola.

—¿Qué más?

—Bien. ¿Y tú?

—Bien.

—Quiero contarte de un negocio.

Ya sabemos a dónde termina.

El narcisimo siempre ha existido, lo que pasa es que ahora cambió de medio.

Mi generación, por fortuna, vivió una infancia en la que los instantes se valoraban… en eso ganamos. Pero en la adolescencia también perdimos. Empezamos a propagar la cultura del «corta y pega», y a subrayar cada vez menos los libros.

En mi generación son cada vez más los instantes que se pierden. Esos momentos mágicos que quedaron en un VHS, esas canciones que grabamos en cassette… o, peor aún, esa melodía de cuya existencia ni estamos seguros porque no aparece en Youtube ni en Deezer. Uno es lo que uno vive y cómo lo recuerda.

Aquellos dopados digitales de ahora carecen de la tensión mínima que da valor a las cosas. No experimentan el susto rico de no saber si al malo de la serie lo matan o de si los ladrones se saldrán con la suya, no sé de qué manera disfrutan el instante… rara vez se sorprenden y casi nunca se inmutan.

—Ah, sí. Ya lo vi.

Todo es obvio.

Claro. Todo está en internet.

Pero hay algo que no está en internet: tu experiencia… tú en tu propio pellejo… tú y lo que se siente ser tú cuando hueles ese chorizo que te encanta… tú y los suspiros que salen de ti cuando vez a tu cantante favorito. Tal vez estén tus fotos, tus memes y tus dramas… pero tú no estás en internet.

Cinco preguntas al amor

Ese día, el amor me dejó preguntarle cinco cosas…

Ese día, el amor me dejó preguntarle cinco cosas. Lo miré en el reflejo del espejo empañado y le dije:

—¿Cómo mejoro la relación con mi madre?

—Recuerdo que la escogí.

—¿Cómo mejoro la relación con mi padre?

—Recuerdo que lo escogí.

—¿Cómo mejorar la relación con mi enemigo?

—Recuerdo que no existe. Solo yo decido a qué le doy visibilidad en mi vida; y si le doy atención, le doy poder. Si no lo nombro, no existe… Recuerdo enfocarme en el amor. Nadie puede resistirse al amor. El amor es irresistible y nos rendimos ante él. Amar al enemigo no significa dejarse maltratar. Poner la otra mejilla no es es lo que a veces pensamos que es. Es darle la responsabilidad al otro de sus acciones y tomar responsabilidad por las nuestras. Si él se equivoca, no es mi problema. Es de él. Y si su equivocación aparentemente me toca o me hiere, mi responsabilidad es manifestar mi inconformidad con sus acciones y enfocarme en como dar amor a quien lo valore.

—¿Cómo logras olvidar ese momento horrible que te ocurrió o que te sigue ocurriendo?

Recuerdo que yo escogí el pénsum de mi carrera. Tal vez la materia o el profesor no resultó como pensé que sería. Cero culpas, cero arrepentimientos. Di lo mejor de mí. Ahora, recuerdo que ya pasó, y salí invicta. Y si no ha acabado el dolor, algún día lo hará.

—¿Cómo dar más amor si no hay nadie que lo reciba?

—Merécelo tú misma. Dátelo tú misma. Recíbelo tú misma.

 

 

¿Cómo saber de quién debes enamorarte?

Un bello texto publicado por la terapeuta Gloria Arroyave

Enamórate de ti, para que no descargues tu carencia de amor, tu desvalorización y tu necesidad de reconocimiento en otra persona que también se encuentra llena de miedos e inseguridades.

Enamórate de ti, para que no confundas el amor con el control y terminen por asfixiarte.

Valórate para que, por ley de correspondencia, te llegue un igual.

Enamórate del que no promete nada, no escribe versos y te dedica canciones para alimentar tu ego, pero siempre está en el momento justo, para abrazarte y aprender juntos de los errores.

Enamórate del que, en silencio y sin mucho escándalo, te acompaña en tu caminar y sostiene tu mano incondicionalmente.

Enamórate del que te deja ser tú, te deja volar y soñar y, sin necesidad de ser igual a ti, comparte tu locura.

Normalmente, el tipo de amor del que habla este mensaje es superficial, asfixiante y agotador, para mi gusto —aclaro, para mi gusto— y, en lo que he podido observar en mis cortos cincuenta años, las personas que hacen esto esperan que hagas lo mismo y si no lo haces, te reclaman y te dicen que te lo dan todo… pero este «todo» termina siendo nada, porque se convierten en controladores desesperantes: es más lo que dramatizan que lo que actúan.

Conviértete en una excelente opción de pareja, para que recibas lo mismo y tengas la claridad de hacer la diferencia entre una relación de amor y una danza de egos.

Deja de buscar, comienza a actuar, transfórmate.

Lo que mamá nunca te dijo sobre salir bien en las fotos

Si nunca sales bien en una foto o quieres conocer trucos para mejorar cómo te ves… quizás hayas llegado al lugar correcto.

—Nunca salgo bien en una foto, las detesto —me dijo hace unos días una amiga. Acto seguido, puso encima de la mesa una revista con un artículo escrito por ella. Salir mal en las fotos no solo había causado que ella no se sintiera tan orgullosa como para mostrar su texto, sino que también el reto se había vuelto una cuestión personal.

La miré de cerca y me quedé pensando en lo diferente que se veía la mujer de la foto a la persona real que tenía al frente. De forma un poco atrevida, me acerqué más a su cara y, con la imprudencia que me caracteriza y la curiosidad de una niña de tres años, exploré su rostro y le dije algo como:

—¡Pero si tienes unos dientes lindos y blancos!

Y bueno, en mi experiencia, muchas personas no sonríen porque sienten que su dentadura no es lo suficientemente linda, pero no era el caso de ella. Tal vez era momento de explorar un poco el tema de qué nos hace vernos bellos y qué nos hace sentirnos bellos. ¿De dónde sacamos eso de que no somos tan lindos o de que en las fotos no quedamos tan bien? Definitivamente tiene que ser un tema aprendido, no puede ser innato. La raíz del problema no yace en si somos lindos o no, sino en que tal vez un día se nos ocurrió pensar que no lo éramos. Yo creo que nos estancamos en la creencia de que toda la vida íbamos a ser los patitos feos y luego, por más que cambiamos a cisnes, no nos pudimos ver claramente en el estanque.

Lo que me lleva a varias cosas:

  1. El experimento de esta entrenadora física

    Nos mostró que las selfies no siempre dicen la verdad y que con solo cambiar un poco la pose, sonreír y utilizar la ropa interior adecuada… ¡tarán! No es tu belleza, es tu actitud. Puedes ver el artículo completo aquí.
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  2. Sigue los consejos de los expertos. Haz el squinch.

    Es decir, que no te tomen la foto de frente sino mover tus ojos un poco. No es un consejo mío, sino de fotógrafos profesionales.

    En este video sale el creador, pero está inglés.

    Sigue los consejos de otros no tan expertos.

    http://www.youtube.com/watch?v=baNKn_L0sn4

    Recuerda que la actitud nos hace más bellos.

    Si nos sentimos lindos, podemos reflejar más belleza.

    Cuida la iluminación.

    La luz de las 4 de la tarde es la mejor(se notan menos las arruguitas que todos tenemos).
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  3. Si eres mujer, crea curvas con tu cuerpo.

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    El artículo original está aquí.

  4. Si eres hombre, prefiere las diagonales.569158291689fb799ed9769b006ab836

    ¿Conclusión?

    Tú ya no puedes cambiar tu forma física. Te quedan tres opciones:
    Volver a nacer, hacerte una cirugía o trabajar con lo que tienes. ¿Y qué tienes? Si tienes sonrisa, úsala. Si tienes actitud, muéstrala. Si tus ojos son lindos, coquetea con ellos… El canon de belleza es también una ilusión. Si te gusta ser natural, pues disfruta serlo… si crees que requieres maquillaje, aprende a usarlo para resaltar tus puntos fuertes y no para esconderte tras capas y capas de pañete. Saca lo bueno que hay en ti, porque ya está ahí… tal vez solo necesita un “empujoncito”. Y si no, que lo digan chicas como ella.More-makeup-makeovers3.jpg