
Esta navidad pide algo para ti… y confía.
[Pausa para escuchar una canción de Diego Torres].
Una amiga me dijo hoy que por estas fechas ella acostumbra a encender una vela por algunos amigos y familiares. Guardé silencio por un segundo y le propuse, a manera de ejercicio, que este año también encendiera una luz por sí misma.
Nos han enseñado que pedir por nosotros mismos es egoísta, pero creo que algunos hemos entendido ese consejo de la manera equivocada.
Esta época es especial para recordar que podemos pedir con la inocencia de un niño y nuestros deseos serán concedidos. Cada familia es diferente y supongo que no obtuvimos tooodo lo que pedíamos, pero la mayoría de las peticiones ocurrieron.
¿Por qué creo que funcionaba?
1. Pedíamos con inocencia: éramos niños.
2. Pedíamos con seguridad: sabíamos que el niño Dios, Santa Claus, ¿Qué sé yo? El ratón Pérez… iban a cumplir su promesa.
3. Soltábamos el deseo: una vez enviada la carta, era claro que el que la recibiera iba a hacer lo posible por hacer realidad nuestros sueños… y si no se podía, era porque Santa tenía que visitar muchos niños… o porque el niño Dios tenía una agenda muy ocupada. Si no nos regalaban lo que habíamos pedido, tampoco nos duraba el berrinche más de una semana (supongo).
4. Reconocíamos: teníamos claro que, aunque habíamos cometido fallas, no se pedía perfección de parte de nosotros. Sabíamos que nos habíamos portado bien y nos merecíamos un premio. Si no había sido exactamente nuestro año, ofrecíamos una disculpa sincera y nos comprometíamos a que la cosa cambiara… Así luego la volviéramos a embarrar.
5. Teníamos el deseo de compartir: si nos regalaban un carro, lo divertido era hacer carreras con los primos a los que también les habían regalado otros carros… Si queríamos un “Polystation”, tal vez no teníamos tan claro que era para jugar con otros, pero al final terminábamos pasándole el control hasta al abuelito. Más de uno se “agarró” con los hermanos porque no le prestaban el jueguito, pero eso era parte de la lección: compartir. Otros jugábamos a cazar patos con una pistola y lo divertido no era ni la caza, ni la pistola, sino ver al perro reírse.
6. Agradecíamos de antemano: no solo era un voto de confianza sino de esperanza. Muchos pedimos la paz para el mundo, y pues… evidentemente eso no pasó de la manera en que lo esperamos, pero tampoco le quitó mucha credibilidad a nuestro deseo. Uno de niño sabía que ese deseo de la paz no se iba a dar de la noche a la mañana, sin embargo aguardaba y seguía su vida feliz. Ahora de grandes seguimos esperando que el mismo Dios al que le pedimos bicicletas en el pasado solucione los problemas que como humanidad hemos causado. Tenemos… “coraje”. Si uno quiere paz, pues hace la paz. Punto. No espera a que se la traiga el hada de los dientes.
En la edad de la inocencia nuestro deseo venía del merecimiento, no del ego ni desde el “quiero todo para mí”.
—”Ah, obvio. Cuando éramos niños era más fácil porque el niño Dios de la casa eran los papás. Ahora uno es su propio niño Dios”.
—¡Tiiin! ¡Esa es la idea! El Amor Supremo vive dentro de usted —llámelo Dios, Jesús, Buda, Alá, Universo, Partículas, biología o cuerdas— y está esperando esa carta interna.
Pero ojo: no se aferre a que se le tiene que dar el 24 de diciembre a las 12 de la noche o el 6 de enero del próximo año. Si acostumbra a rezar la novena, recuerde que hay que pedir “por los méritos de la infancia” y que su Jesús interno también merece ser feliz. Si no cree en eso, igual tranquilo. Pida a aquello en lo que crea… Pídase a usted mismo, permítase un regalo para compartir con otros… Dicen que “hay que dar para recibir”, así que trate de que este año usted aparezca de primero en la lista de personas a las que desea darles algo de corazón. Si se ha portado bien, seguro se lo merece… y si se ha portado mal, llámeme (juas). Digo, perdónese y revise qué puede hacer para sentirse mejor consigo mismo.
¡Feliz navidad! Navidad es todos los días si dentro de usted nace el Amor.